Hoy quiero hablar de un tema muy serio: Desde hace unos años los "huevos rotos" se han convertido en uno de los platos reclamo en restaurantes y chiringuitos de todo pelaje. Supongo que la inusitada popularidad de esta simple e innecesaria receta se debe al mundo del famoseo, casa real incluida. Parece ser que esta gente no se había comido unos huevos con patatas en condiciones en su vida y tuvo que pasar por casa Lucio o similares para que se los sirvieran en bandeja y ya medio masticados, no se fueran a atragantar.
Y es que lo que no puedo entender de ninguna manera es qué necesidad hay de que el cocinero de turno te rompa los huevos encima de las patatas. ¿Qué motivo hay para semejante tropelía? ¿Es que se supone que los comensales no sabemos romperlos con tanta gracia? ¿Es que todo el mundo se ha vuelto loco o qué?
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Unos huevos fritos con patatas y jamón de toda la vida. Ayer los hicimos y nos los zampamos con mi hijo (él, este plato en concreto y yo, otro igual). Aun me tiemblan las piernas cuando lo recuerdo. |
Vamos a ver, toda la vida se ha visto que cuando se hacían huevos fritos para un grupo, nadie en su sano juicio quería el que se le había roto la yema. Da igual que se acabara de romper justo en el momento de echarlo en el plato. Y ahora qué pasa, ¿que a nadie le importa que te los destrocen adrede, con saña y si te descuidas delante de tus narices? Venga, no me jodas. La gracia y la grandeza del huevo frito, probablemente el mayor logro gastronómico de la humanidad, consiste precisamente en administrar al gusto de cada cual el modo en que se saborea tan exquisito manjar. Y muy especialmente esto es así en lo tocante a la eclosión de las yemas, auténtico climax sensorial, que puede abordarse de distintas formas; con un pedazo de pan, con una patata frita o incluso con tenedor y cuchillo (los hay así de salvajes) si así se nos antoja, pero siempre según el criterio de cada uno. Y no solo la forma es importante, el tempo con el que se degusta el plato tiene igual o mayor trascendencia, y cada uno sabe el ritmo que debe llevar para obtener el máximo placer. Si, exactamente igual que en otros íntimos menesteres. De hecho, cuando hablamos de una ración con dos o más huevos, que es lo normal, y sabemos dosificar bien esos momentos críticos, la experiencia puede llegar a ser auténticamente multiorgásmica. El que lo ha probado lo sabe.
Por eso, dejar que alguien te estropee tan intenso goce, y encima te cobre, no tiene ninguna justificación. Si algún día caigo por un restaurante de esos de relumbrón, cosa que dudo, y se tercia el tema, pienso pedir explícitamente "huevos fritos sin romper con patatas" bajo amenaza de cortarle los suyos al cocinero si veo que ha mancillado en lo más mínimo la integridad de los que me sirven. Que no me toquen los huevos.
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