miércoles, 17 de octubre de 2018

Este blog y las fugas de James Rhodes

Este blog necesita un empujón. Eso está claro. El pobre está bastante abandonado. Desde hace un par de años la cosa va de capa caída. Y lo que me sorprende es que a pesar de esta absoluta dejadez por mi parte sigue recibiendo unas 700 visitas al mes. O sea, que hay unas cuantas  personas que cada día dedican unos minutos a leer alguna de las historias que cuento aquí. Increíble.

Ya sé que setecientos, en este agujero negro de las redes sociales en el que estamos atrapados, es poco menos que nada. Pero para  mi, saber que todos los días hay un grupito de gente que al menos ojea alguno de mis artículos es un pequeño chute de vanidad que, quieras que no, siempre ayuda. Y más a alguien como yo. Y aun me parece más alucinante esto de tener lectores a diario, sabiendo que debe de haber miles, millones de libros de todo tipo y  toda época mucho más interesantes que mis insignificantes escritos cogiendo polvo en bibliotecas de todo el mundo (incluidas las que tenemos en casa) sin ser leídos por nadie desde hace años. Cosas del interné.

Hablando de libros. Ayer empecé a leer el segundo libro de James Rhodes: Fugas. Desde que leí "Instrumental", posiblemente una de las autobiografías más crudas jamás escrita, quedé completamente subyugado por este tipo y su forma de contarnos su atormentada vida.  De hecho tras tener noticia de su segundo libro  Toca el piano: interpreta a Bach en seis semanas, (si, ya se que antes he dicho  segundo libro, pero me refería a libros de leer, no a los didácticos) me dio por intentarlo pero con la guitarra. Y lo conseguí. Dentro de mis limitaciones. Y con guitarra en vez de piano. Pero da igual. Me lo he pasado bomba repitiendo ese preludio cientos de veces. Aunque me da que mi familia no ha disfrutado tanto cómo yo. Qué se le va a hacer.

Si no habéis leído este libro, dejad lo que tengáis entre manos, especialmente si es el último tocho de Paul Auster, y corred a haceros con un ejemplar en la librería o biblioteca más próxima. Pero ya.

Bueno. A lo que iba: Fugas, el segundo libro de Rhodes. ¿Quién en su sano juicio se resiste a leer un libro que inicia cada capítulo traduciendo a la realidad del autor, y posiblemente a la de la mayoría de la gente, algunas de esas bucólicas máximas que nos ofrecen los libros de auto-ayuda? Aquí va como ejemplo la que precede al primer capítulo: 

Primera máxima:

"El universo me sostiene, me nutre y me protege.
La paz y el amor entran y salen de mí
en una armonía perfecta."

TRADUCCIÓN

"SOY UN PUTO MAMARRACHO PARANOICO,
RABIOSO Y MALHUMORADO, Y ESA RABIA
ME HACE SEGUIR VIVO. QUE TE DEN"


Si queréis un poco más aquí tenéis las cuatro primeras páginas. Es la primera vez que me atrevo a recomendar un libro sin apenas haberlo empezado. Pero con Rhodes me la juego. 

Otro aliciente de los libros de Rhodes, tanto "Instrumental" como este último, es que cada capítulo lleva aparejada una breve presentación  de una pieza de música clásica  que el autor recomienda como acompañamiento ala lectura. Se puede encontrar la lista en Spotify y sitios así.

Otra cosa ya aparte. Por si alguien ha leído mi entrada anterior, que era de mayo, decir que me recuperé al poco y sigo corriendo habitualmente. A mi trote, claro. Pero sigo. Que no es poco.

Por último, si alguien tiene curiosidad por oír la pieza de JS Bach en mi versión a la guitarra acústica puede hacerlo aquí:

 https://youtu.be/Rjt8LGzy4fQ  (también en mi canal de Youtube:  ram6n sanchez)


jueves, 3 de mayo de 2018

Cómo lesionarse yendo al trote cochinero

Sí. Parece imposible ¿verdad? Pero se puede.  Yo que presumía de que con mi ritmo de entrenamiento espaciado y de baja intensidad no me lesionaría nunca, he tenido que asumir que esta convicción no era más que una de mis peregrinas ideas sin ninguna base científica. Qué se le va a hacer.

Así que a lo tonto llevo más de dos meses en el dique seco. Todo empezó una mañana de domingo del mes de febrero. Iba corriendo con gente de mi grupo, el 7:45, cuando al poco de llegar al final del trayecto y antes de emprender la vuelta  empecé a notar una insistente molestia en la rodilla derecha que me hizo bajar el ritmo hasta tener que parar completamente. Mientras echábamos un trago de agua en la fuente del galacho de Juslibol fui consciente de que tendría que volver andando. Manolo se prestó a acompañarme y al rato Fernando vino a recogerme con su coche y me llevó a casa ahorrándome el ir cojeando un buen trecho.  Lo que son los colegas de correr. A penas coincides unas veces al año, no conoces casi nada sobre su vida privada, no has estado nunca en su casa ni ellos en la tuya, pero cuando hace falta echan el resto como amigos de toda la vida. O más en algunos casos.

Ese mismo día fui al centro de salud y  me dijeron que no parecía tener nada roto. Me recomendaron una rodillera, reposo y antiinflamatorios. A la semana o así dejé de cojear y a los quince días me eché a correr pensando que estaba ya curado  pero a los veinte minutos otra vez igual. Y otra semana cojeando. Semanas después probé a correr poco a poco y parecía que la cosa iba bien. Llegué a trotar una hora sin problemas, aunque muy despacio por si las moscas. Y en esas tuve una incidencia en un ojo... y otras dos semanas de reposo. Y cuando vuelvo a correr, esto es el sábado pasado, me creo que voy bien, intento acabar el recorrido habitual y otra vez la rodilla dando la nota. En fin. Ya veremos en qué acaba esto. De momento lo de volver al trote cochinero, tan humilde y poco glamuroso él, se me antoja un reto atlético de primer orden. 

Aunque tampoco hay que dramatizar. Cuando camino no me duele nada. Y eso no es poco.