viernes, 4 de septiembre de 2020

El mejor aperitivo del verano: sin alcohol, saludable y con pegada


Lo del vermú o aperitivo antes de las comidas  es una de las costumbres  más gloriosas de las que disfrutamos en este país.  una de las más sublimes formas de celebrar la vida: unos amigos, unas copas de vino o cerveza y algo para picar. ¡Ah, qué placer! Toda la cultura del tapeo gira en torno a ese simple concepto, un pequeño tentempié que en ocasiones, sobre todo en la versión tarde noche, de forma casual o premeditada, cobra cuerpo y sustituye gozosamente a lo que sería una cena convencional.  Con el aliciente añadido de que es algo mucho más flexible. No tienes porqué estar dos horas aguantando al plasta que te ha tocado al lado en una mesa formal. Y cuando te cansas, te vas. Basta con decir: bueno, me voy que me esperan. A nadie le importa si quien te reclama es tu madre, tu gato o el sofá orejero dispuesto para una siesta reparadora. 

Pero claro, por muy placentero que sea esto del aperitivo, no es cuestión de estar todos los días de vermú por ahí como si fuera el día del Pilar. Todo tiene su momento. Ya lo decía el gran Javier Krahe: No todo va a ser... Sin embargo... cuando estás en casa de fiesta, confinado, teletrabajando, o lo que sea y se aproxima esa  hora crítica entre la una y las dos... no sé vosotros, pero yo al menos siento un  irresistible impulso de tomarme un pequeño refrigerio, un frugal aperitivo que recuerde esos otros más festivos. Algo que calme ese ansia y me conduzca suavemente, sin brusquedad, hasta la hora de comer. 

Y ahí es adonde quería llegar. Entre el vermú de día grande con calamares y gambas y la nada, hay alternativas. Lo mas socorrido es sacar una cervecita de la nevera y  un par de copas (compartida es más que suficiente). Unas patatas chips para picar y asunto solucionado. Esto está bien una o dos veces a la semana, pero creo que a diario, y más si haces doblete por la tarde, no es muy conveniente. 

Por ir concretando. El aperitivo del que hablo debería cumplir una serie de premisas:
  • Sin alcohol
  • Sin azucares.
  • Sin gas.
  • Refrescante
  • Con sabor.
  • Bajo en calorías.
¿Alguien conoce alguna bebida comercial que cumpla estos requisitos? Yo no.

Pero desde que he descubierto que puedo preparármela yo mismo en casa, me he hecho adicto a esta sencilla combinación. Sé que no a todo el mundo el gustará. Pero a los que, como yo, empiezan a salivar cuando pasan junto a un puesto de encurtidos, imagino que sí. Ahí va la receta:
  • Media copa de salmorejo envasado (el recién hecho en casa está buenísimo, por supuesto, pero para este uso recomiendo el que venden ya preparado, y en concreto el de la marca Día)
  • Un chorrito de vinagre al gusto. Ojo. No hay que pasarse. Se trata de compensar la dilución.
  • Unas gotas de Tabasco, también al gusto, claro.
  • La otra media copa de agua bien fría. 
  • Mezclar bien con un tenedor (o en coctelera si quiere impresionar a alguien) y servir.
A que apetece nada más verlo. Pues si lo pruebas... verás lo que es bueno. Así como un  zumo de tomate, por condimentado que esté, tiene más bien poca gracia, de ahí su escaso éxito como aperitivo, el  salmorejo aporta una potencia de sabor inigualable.
Los ingredientes no pueden ser más sencillos. El secreto está en encontrar el punto de vinagre que se adapte al gusto de cada cual. En general no es necesario añadir sal, pues estos envasados suelen ir sobrados de serie. 

En cuanto al tema de las calorías, media copa de gazpacho o de salmorejo (unos 125 gramos)  tiene las mismas calorías que una copa de cerveza. Solo que en vez de ser calorías vacías y alcohólicas, aportan  nutrientes saludables procedentes del tomate, el aceite de oliva, el ajo, etc.

Y lo principal. Esta bebida no solo es refrescante, sino que además tiene una cualidad impropia de los refrescos convencionales: es sabrosa, con lo que en si misma aglutina el aperitivo completo con tapa y todo. ¿Se puede pedir más?

Pero vaya. Una latita de berberechos para acompañar... qué queréis que os diga, tampoco le va mal.


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