martes, 30 de noviembre de 2010

De la Fueva al Tubo en moto

El día 30 de noviembre de 1929 nació mi padre. Haciendo cuentas resulta que ayer cumplió 81 años. El sábado pasado fuimos juntos a Sallán y le compré como regalo de cumpleaños unas discretas y cómodas zapatillas Paredes que le iban de primera.  Mi padre es un gran andarín.

En esta foto tendría unos 20 años. Era la foto oficial que enviaba a sus novias. Hoy todavía la lleva en la cartera. Si alguien me hubiera hecho un retrato así lo tendría como imagen en mi perfil de facebook. Pero ahora ya no hay fotógrafos como los de antes. Y aunque los hubiera, tampoco sabría posar como lo hizo mi padre ese día. Y además tampoco tengo cuenta en facebook. Igual algún día le pido permiso, o no, y me abro una cuenta con su foto. Luego abriría otra cuenta con mi verdadero yo y me haría amigo suyo.



A mi padre le gustaban las motos. Y se le daban bien. Una vez ganó una carrera en Tierrantona y le dedicaron la siguiente coplilla: 

Actividad en la curva
Velocidad en la recta
Ha confirmado Ramón
Ganador con la Montesa

La última moto que tuvo, ya tenía el 124, fue una Ossa de pequeña cilindrada. Recuerdo que le pinte el depósito, a brocha, con la bandera americana. La llamaba "la Harley". La destrocé haciendo motocrós en la huerta Maza.

Una de las historias que siempre le pido que me cuente, sobre todo cuando le acompaño en alguna de sus caminatas,  es la de cuando estuvo hospedado en una pensión del Tubo en Zaragoza. Tenía el trabajo mas alucinante que uno pueda imaginar: trabajaba como chofer de un agente de seguros. Pero lo curioso del caso es que el vehículo que conducía no era un coche. Era una vespa. Y el agente de seguros tenía la particularidad de que era enano. El hombre, con su trajecito impecable, viajaba de pié agarrado al manillar entre los brazos de mi padre. No me cabe ninguna duda de que si Buñuel o Berlanga, por ejemplo, hubieran presenciado tan singular escena la habrían incluido ipso facto en alguna de sus  películas. Puro neorrealismo.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Pobre Ipod

A veces ciertos objetos nos provocan sentimientos que aparentemente sólo deberían fluir entre congéneres o al menos entre seres vivos. Pero lo cierto es que ocurre. Al menos aparentemente. Quien no le ha cogido cariño a ese coche que le ha acompañado fielmente durante años. Un antiguo compañero de trabajo, ya jubilado, se jactaba de querer mas al coche que a su propia mujer. Y, según él, ella  lo sabía. El hombre sufría bastante de la próstata hasta que por fin se operó. Quedó muy contento. En fin. 

Pero de lo que quería hablar era de la pena que me dió un Ipod nano cuando me lo trajeron los Reyes las pasadas Navidades. Lo curioso del caso es que desde hacía ya bastante tiempo, en alguna ocasión, fantaseaba con la idea de poseer ese delicado y superchic juguetito. El problema es que ya tenía un reproductor mp3, mucho mas modesto, que hacía sus funciones y que me había auto-regalado un par de años antes. Dejó de funcionar, así sin mas, poco antes de Navidad. Su cese en el negocio no alteró gran cosa mi existencia; tampoco lo utilizaba demasiado, la verdad. Algunas veces me lo ponía cuando iba al trabajo en bus o andando. Desde que empecé a  ir principalmente en bici, medio inadecuado a todas luces para ir con cascos, su uso empezó a decaer notablemente. El asunto es que unos días mas tarde, casualmente y a modo de anticipado regalo navideño, sustituyeron mi viejo movil  por un nuevo y pequeño Nokia tactil con todas las virguerías que se le podían pedir a un móvil hace un año. Incluidos 8 GB para guardar y reproducir, entre otras cosas, toda la música que quisiera. O sea, que mi ansia por los tecno-gadgets  quedó de lo mas aplacada durante muchos días tras aquel inesperado obsequio. 

Fue el día 6 de enero. Cuando  ya, iluso de mi, empezaba a pensar que iba a salir prácticamente indemne de esos  atribulados días.
Al ver el paquetito rojo y el post it con mi nombre me imaginé un reloj. 
- ¡ A ver que te han traído papi !
 Mientras lo abría su ligereza me hizo dudar sobre mi primera impresión. Y empecé a temerme lo peor.
  -  ¡Un Ipod papi! ¡Que chulo!
  -  ¿Me lo dejarás, porfa? 
  -  El Ipod se lo han traido a papá. A vosotros ya os han traído muchas cosas.
Mantuve el tipo como pude, aunque mi mujer me caló al instante.
 - Que si me gusta cariño. Lo que pasa es que no me lo esperaba. 
Si. En ese momento sentí una pena terrible por el pobre Ipod. 8 Gb de capacidad y cientos de años de avances tecnológicos concentrados en un objeto exquisito, liviano y elegante. Me daba pena hasta sacarlo  del estuche: sabía perfectamente que no lo iba a utilizar. Porque todas sus utilidades y otras mas las llevaba ya en mi bolsillo dentro del no tan elegante pero fiable y funcional Nokia. La bella y la bestia.
- ¡Así podrás escuchar música cuando corras!
Ya me hubiera gustado, pero no hay manera. Lo he probado en varias ocasiones. No solo el Ipod, sino el anterior mp3 y el Nokia, pero no me adapto: los auriculares me molestan y no consigo acoplarme con el ritmo de la música.  Pero bueno, eso es otro tema.

El caso es que ya hace casi un año de todo esto y me ha venido a la memoria porque mi hijo mayor , que finalmente ha sido quien ha utilizado el Ipod, quiere ahora pedirse un móvil táctil a los reyes. Pobre Ipod, otra vez condenado al olvido. Y seguro que con 6 o 7 GB todavía por estrenar.  

Ahora, pensándolo mejor, creo que lo que experimenté esos días hace casi un año, ese sentimiento de tristeza, quizá no fuera por el Ipod. Quizá sentía pena por mi mismo, por mi propia fragilidad ante semejante nimiedad. Por haberme topado de sopetón, una vez más, con la futilidad de esos pequeños objetos de deseo que, una vez en nuestro poder, ya desprovistos de ese lustre que les da nuestro insaciable afán consumista, se convierten en eso: en simples objetos.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Concierto a favor de Diego Ballesteros

Me comentan mis amigos de Azento que el próximo sábado día 13 se celebrará un concierto solidario cuya recaudación irá destinada a ayudar al deportista barbastrense que en estos momentos se recupera, dentro de la gravedad, en una clínica de Barcelona. Espero que nos veamos por allí. Y si no nos vemos, que sea por el mogollón de gente que acudirá.  

domingo, 7 de noviembre de 2010

Fotos del Maratón de Zaragoza. 2010

Hoy se ha celebrado el maratón de Zaragoza al que han acudido unos 1400 valientes atletas. A eso de las 8 de la mañana me he asomado a la ventana y viendo que no hacía malo me he decidido a correr una pequeña parte del circuito. La que coincidía con mi ruta habitual por el meandro de Ranillas. Y así de paso localizaba algún  punto donde apostarme mas tarde con mi cámara. Retomando así una afición que, injustamente, tengo algo abandonada desde hace  tiempo.

Antes de echarme a correr he ido a por el periódico y una docena y media de churros. Ha valido la pena. Cuando he vuelto a casa, hora y pico mas tarde, todavía quedaban  4.

Ya de vuelta en la calle la temperatura era excelente y el viento estaba en calma. Condiciones ideales, pensaba desde mi punto de vista de corredor dominguero, para una maratón. Después de recorrer la zona de la Expo y ya por la margen derecha del Ebro me he encontrado con varios  equipos de intendencia colocando las botellas de gatorade.  Llevaba cerca de una horita trotando y las he mirado de reojo. Con deseo. Sabiendo que no eran para mi. Este año no, pero.. quizá el próximo. Quien sabe.

Tras deleitarme con el esperado chocolate con churros y una vez limpio y aseado me he tirado a la calle con mi vieja canon. A continuación incluyo una selección de lo que he podido captar. Si alguien quiere alguna copia en mayor resolución se la enviaré encantado. (Pedir fotos originales)
Fotos del  Maratón de Zaragoza. 2010






Una simpática corredora sonriendo a la cámara. Gracias maja.


Javier, también sonriente. ¡Bravo por  los de Barbastro!


Se acerca el ornitorrinco.


El Sr. Ornitorrinco, sonriente y con muy buen aspecto en el Km 30

A estas alturas mi cámara se ha tomado la revancha por el abandono al que la someto y se ha quedado sin pilas justo cuando tenía el encuadre perfecto. Se me está bien empleado. Al final he podido comprar unas en un todoacien y ya puestos he cambiado de ubicación.


En el Km 37 el personal va mas justo de fuerzas. Pero ya se ven las torres del Pilar.


El grupo de ls 4 horas. Con un animoso práctico megáfono en mano

Arengando a los supervivientes. Solo quedan 5 km.


Esta atleta me ha impresionado.
 La inscripción "per tu Montse" en el dorsal lo dice todo.
Enhorabuena! 


Otra vez Javier seguido de un alegre colega.


 
No he podido captar de frente a este Barbastrense.
 Pero así se ve mejor su reivindicación.


Ánimo Jesús.


 Finalmente tengo que dar mi mas sincera  enhorabuena a todos los participantes. Sois unos campeones. Todos. Y muy especialmente aquellos que han estado corriendo cerca de 4 horas o más.

Viéndo su esfuerzo me ha venido a la memoria esta anécdota que hace un tiempo leí en un libro de preparación para la maratón* y que ahora les dedico:

Tras la carrera entrevistaban al vencedor del maratón de NY. Ya hace años. El entrevistador se dirigía al ganador  como "campeón", "superatleta" etc. La respuesta  de este gran hombre  fue mas o menos la siguiente:

"Se equivoca. Yo solo soy un profesional del atletismo. Los auténticos campeones son todos esos corredores anónimos que siguen ahí corriendo dos horas después de que yo cruzara la meta. Ellos si que merecen todos los elogios"

Desde luego. Este también era todo un campeón. 







miércoles, 27 de octubre de 2010

Correr por la orilla del Ebro

Este pasado domingo hizo un día espléndido en Zaragoza. El cierzo, que nos había acompañado durante toda la semana, se tomo día libre y nos dejó una mañana primaveral. Así que después de cuatro días sin salir a correr por unas cosas o por otras me calcé las zapatillas y me tiré a la calle en manga corta.
Emprendí mi ruta habitual hasta cruzar el puente de la A2. Ya en la margen derecha del río, en vez de seguir como de costumbre bordeando el meandro de Ranillas en dirección al Pilar, tome la dirección contraria, río arriba. La verdad es que he pasado por esa bifurcación un montón de veces y, aunque alguna vez se me ha pasado por la cabeza, nunca me había aventurado a cambiar mi civilizado y seguro recorrido de siempre. No me resulta fácil romper con rutinas con las que me siento cómodo, pero como hacía tan buen día, me decidí a probar.


Inicio de mi recorrido habitual. Margen derecha del Ebro


A los pocos minutos la ancha senda compactada, marca de la casa Expo, empezó a estrecharse y pronto me ví envuelto en un frondoso bosque de ribera cuya sombra, sería ya me procuró un frescorcillo extra que me sentó  de perlas. Ya está. Un pequeño cambio y estaba disfrutando de un sendero, mas irregular y pedregoso, eso sí, pero que me  regalaba un nuevo paisaje mas natural y distinto en cualquier caso al que me era familiar.


Nueva ruta "descubierta"


Otro aliciente adicional de este nuevo recorrido fue el intenso aroma a hinojo que endulzaba el aire en muchos tramos. Es curioso, pero desde que empecé a correr, cuando estoy trotando y empiezo a percibir ese peculiar olor  me da por imaginar que los efluvios de esta planta tienen un efecto balsámico capaz de engrasar mi sistema respiratorio. Cosas que piensa uno.
Continué por el sendero junto al río alternando claros con zonas de tupida vegetación hasta que me topé con una carretera. Miré mi reloj. Eran las Así que, como le había prometido a mi hijo mayor que iríamos a comer a un Giros (restaurante griego de comida rápida) me di la vuelta y emprendí el camino a casa por donde había venido.
Mientras bajaba iba pensando en lo agradable que resulta correr al lado de un río. Y en la suerte que tengo al tener tan cerca al río Ebro, bordeado por decenas de kilómetros (muchos de los cuales todavía me quedan por descubrir) de sendas y caminos de tierra ideales para la práctica de este deporte.
Aunque también pensaba en el Giros. Pensaba en si podría convencer a mi hijo para cambiar de planes y, en lugar del griego, ir a un japonés. Me estaba imaginando un enorme plato de arroz humeante y especiado. Mmm....


No pidáis la cerveza griega. Es mas cara y peor que la de aquí.

viernes, 15 de octubre de 2010

Primeros pasos

Como iba diciendo en el subtítulo, me eché a correr descalzo, sobre la arena húmeda. Así había visto que hacían otros muchos por ese mismo lugar desde que empezamos a frecuentarlo, una semana al año, desde hacía casi una década. Era una sensación agradable. El aire salado entraba con fuerza en mis pulmones y me sentía ligero. Justo lo que había imaginado un minuto antes mientras estaba sentado sobre la toalla. Lamentablemente, la agradable sensación apenas duró un par de minutos mas. Me asfixiaba. Tuve que parar para recuperar el aliento. Seguí andando como de costumbre sin saber que ya tenía el veneno dentro.

Al llegar a casa puse "empezar a correr" en google y encontré lo que buscaba. Primer día: caminar tres minutos, correr 5, caminar 3, y así. Al día siguiente me levanté a las 7, me puse el bañador, el reloj y descalzo me fuí a la playa. Completé el objetivo del primer día, 15 minutos en total corriendo en tres tandas de 5 minutos. Estaba agotado y eso que alguna de las tandas de 5 se debió quedar en 4:55, pero vaya. Para mi era un logro. Creo que no había vuelto a correr desde que hice la mili, allá por el año 86. El caso es que cuando volví a casa a desayunar ya estaba pensando en el entrenamiento del día siguiente.

El segundo día al levantarme me dolía todo el cuerpo. Era normal llevaba demasiado tiempo sin hacer deporte en serio, así que me fui a la playa y, con ciertos apuros, pude repetir el entrenamiento del día anterior. Al acabar la semana podía completar las tandas sin mayor problema. Unos días mas tarde, ya en Zaragoza, y con mis zapatillas de tenis, continué con el plan.

Al acabar la tercera semana podía correr 20 minutos seguidos. Eso era increíble. Hacía calor todavía y solía entrenar sobre las 7 de la tarde, hora a la que me encontraba a varios corredores con los que intercambiaba tímidos saludos, como temiendo que se dieran cuenta de que yo solo era un advenedizo, uno que se había puesto a correr un rato sin ser un verdadero corredor. Por suerte esos pensamientos se fueron alejando al tiempo que arraigaba en mi la idea de que quizá ya fuera un corredor. Novato, pero corredor.

Al cabo de dos meses, en noviembre, mis dudas se habían disipado casi totalmente. Ya hacía frío y me compré unas mallas con las que estaba ridículo, según mi mujer, mi hermano, y otros testigos que fueron sinceros conmigo. Con este atuendo, que completaba con una ajustada chaquetilla cortavientos de ciclismo que ya tenía y que realzaba sin duda el efecto de las mallas, pero con el que me encontraba la mar de cómodo y a resguardo del frío, continué con la rutina de correr dos o tres días por semana. Ya aguantaba 40 minutos.

Esas Navidades, en Barbastro, viendo como espectador la carrera de San Silvestre me di cuenta inmediatamente de que tenía que haberme inscrito. No era un día muy apropiado para correr. Llovía y hacía frío. Pero hubiera dado cualquier cosa por estar allí. Decidí no volver a experimentar esa desagradable sensación. Ya me había comprado mis zapatillas Mizuno y empecé a pensar en mi primera carrera.

Continuará...