martes, 20 de mayo de 2014

La fiebre de las carreras "populares". Una adicción que tiene cura.

Desde hace un tiempo lo de las carreras "populares" se está convirtiendo en un fenómeno que empieza  a ser ya un pelín agobiante. Es casi imposible encontrar un fin de semana en el que no se celebren  dos o tres carreras a tiro de piedra de dondequiera que uno esté. Un sinvivir. Este inusitado auge está ligado claramente a la gran cantidad de personal que, con buen criterio, cada vez más decide echarse a correr en vez de dedicarse a otras prácticas deportivas menos eficientes y, a priori, bastante más caras. Y ahí viene el problema, cuando uno cree que se ha librado por fin de la cuota del gimnasio o de la del club de padel, resulta que echas cuentas y con lo que te gastas en inscripciones a carreras varias y demás, te sale la torta un pan. Porque esa es otra. En teoría el adjetivo "popular" haría referencia a que tales carreras deberían ser o bien gratuitas o tener unos precios de inscripción cuando menos asequibles para todo el mundo. Pero de eso nada monada.  Si quieres ponerte un dorsal lo tienes que pagar y bien pagado. Pero bueno, en este mundo hay gente para todo y al que le apetezca dejarse los cuartos en este concepto, pues allá él. Para los que, como yo, piensan que esto se está convirtiendo cada vez más en un descarado sacaperras, que no cunda el desánimo:

Esta "fiebre", que se caracteriza por sentir una necesidad irrefrenable de apuntarse  a cuantas más carreras mejor, tiene cura. Salvo en algunos casos severos que se convierten en crónicos, conozco algún ejemplo escalofriante,  suele remitir sin tratamiento alguno al cabo de un tiempo que puede oscilar entre 12 y 48 meses sin mayores secuelas.

No se si mi caso particular será muy representativo, pues como soy de natural poco gastador, digamos que pillé el virus ya medio vacunado y la calentura no me llegó a atacar con demasiada  virulencia. Probablemente también la edad, empecé en esto con 47 tacos, y un estado físico de lo más corrientucho contribuyeron a que la cosa no se desbocara demasiado. Pero vaya, aun  teniendo en cuenta que  cada uno es como es, espero al menos que mi experiencia pueda servir de algo a aquellos o aquellas que están atravesando ahora lo más agudo de este singular proceso febril.

En esta gráfica se resumen agrupadas por años las carreras "populares" en las que he participado desde que me eché a correr en 2009. Los datos detallados pueden verse en la hoja Mis carreras de este blog.

Como puede verse en la gráfica anterior, la fase "aguda" de mi adicción a las carreras populares se produjo en el año 2011. A partir de ahí la cosa empieza a remitir rápidamente hasta este mismo año, 2014, en el que he puesto "1"  porque me imagino que alguna correré, aunque es algo todavía no tengo nada claro.

Lo que si tengo claro es que mientras el cuerpo me lo permita seguiré echándome a correr dos o tres veces por semana. Disfrutando metro a metro de los beneficios de este deporte. Sin compromisos. Sin más metas que las que yo me imponga en cada momento. Y si me apetece apuntarme a una carrera, pues me apuntaré, aunque eso sí... muy a huevo me lo tienen que poner.

jueves, 15 de mayo de 2014

El sarrio de Wall Street

Hace unos años conocí a un hombre que había amasado una considerable fortuna jugando a la bolsa. A mi eso de la bolsa siempre me ha parecido una cosa bastante enigmática y desde luego completamente ajena a mi talante precavido y poco lanzado para los negocios. Lo que más llamaba la atención de este personaje es que no era ni mucho menos un profesional de las finanzas. Ni siquiera creo que tuviera estudios más allá de la primaria. Eso si,  tenía un instinto especial para invertir en el valor adecuado en el momento justo. O sea, sabía jugar a la bolsa. Y ganaba. Ganaba mucho.

Aunque había oído en alguna ocasión hablar de él  lo conocí ya jubilado de su profesión de chófer al servicio de un organismo oficial. Ni en su puesto de trabajo ni en su vida privada hizo nunca ostentación de su desahogada situación económica. Hasta el último día de servicio estuvo llevando de aquí para allá a funcionarios, algunos de alto rango, que ni en sueños llegarían a tener lo que el bueno de su subalterno había ido  acumulando a lo largo de los años, en sus ratos libres. Más de uno de aquellos viajeros, sabedores de su don, le preguntaban tímidamente que opinaba sobre tal o cual valor, a lo que el respondía sin dudar con algún taxativo "compra" ó "no me gusta" que eran seguidos a pies juntillas por el agradecido jefe como si hubieran sido asesorados por el mismísimo presidente del Banco de España.



El único capricho que se permitió fue una sólida casa de piedra que se construyó para pasar la vejez en su pueblo de toda la vida. Allí me llevó un día un compañero de trabajo que lo había tratado bastante y estuvimos charlando un rato. Cuando nos íbamos, medio en broma,  mi amigo le dijo que de qué le había servido ganar tanto dinero, para qué tanto sacrificio, tanto trabajar y tanto ahorrar  si al final la que se lo iba a gastar todo iba a ser su hija, que era su única heredera. Aun recuerdo su risotada y la respuesta que nos dio con aquel acento de aragonés rudo: ¡JAJAJA! ¡No creo que mi hija disfrute tanto gastando como he disfrutado yo ganándolo! 

Y allí lo dejamos, cortando leña para pasar el invierno.


jueves, 1 de mayo de 2014

La selva de Zaragoza


En otras ocasiones ya he comentado que Zaragoza es un secarral  atravesado por un gran oasis lineal que es el río Ebro y  sus riberas. Si, también están el río Gállego y el  Huerva  y el Parque Grande y el Parque del Agua, aunque este último está integrado dentro de lo que es la propia ribera del Ebro. Todas estas zonas y alguna otra, son las que aportan la humedad necesaria para que la vida por estos lares sea algo llevadero y hasta agradable en muchos momentos.

Esta mañana, en una de las salidas habituales con mis compañeros corredores del grupo 7:45 hemos pasado por lo que llamamos "La selva". Se trata de una senda de aproximadamente  kilómetro y medio que atraviesa una parte del frondoso bosque de ribera del galacho de Juslibol. Es sin duda mi tramo favorito. Se siente uno como en plena selva tropical. Y ya en primavera, la sensación es espectacular. Hoy he intentado capturar algo de esa magia con mi teléfono. Aunque la imagen no es muy buena, el sonido si da una idea de lo que es estar allí en ese momento.


¡¡Imprescindible activar el sonido!!

A poco más de 3 km de Zaragoza se encuentra el galacho de Juslibol. Un espacio natural único. Adentrarse en  sus sotos por las sendas que  lo atraviesan es un experiencia de lo más recomendable. Y si es a primera hora de la mañana, mucho mejor.