lunes, 18 de abril de 2022

Compartimento nº 6

Es curioso, pero en poco más de un mes he visto en sala grande tres películas que probablemente no me habrían llamado la atención en condiciones, digamos, normales. La primera fue Licorice pizza, de la que ya hablé aquí en su día. Al poco fui a ver La peor persona del mundo, que también me encantó y de la que hice una pequeña reseña en mi facebook. Por último, hace una semana, me senté delante de la más improbable de todas, Compartimento nº 6: una cinta finlandesa en versión original (en ruso) subtitulada en español. Entendéis ahora lo de improbable, ¿no? Pero a uno que es así de rata, la simple palabra gratis, puede ayudarle a superar casi cualquier prejuicio en cuanto a gustos cinematográficos. 

Las dos invitaciones al preestreno de la película le habían tocado por sorteo a un amigo que estaba de viaje ese día y no podía aprovecharlas. Así que a las 8 de la tarde estaba en el Aragonia como un clavo. Estábamos, porque, y esto fue casi más sorprendente a la vez que un incentivo extra,  me acompañó mi hijo pequeño, tampoco muy habitual de estas sesiones "para cinéfilos".  Pues bien. No voy a darle más intriga a esto:  la película nos gustó mucho a los dos. Podría esgrimir varias razones para este veredicto unánime: la forma de rodar los primeros planos, en los que el fondo se difumina casi hasta desaparecer,  el ambiente opresivo y frío de ese viaje en tren por el norte de Rusia, la veracidad que transmiten los desconocidos protagonistas, la trama en sí... Todo esto contribuye a que esta sea una película muy interesante. Pero es que, además, tiene el don de poner de manifiesto de una forma y en un ámbito muy oportunos, uno de los mayores males de la humanidad desde el origen de los tiempos: el de los prejuicios.

Aparte de mi recomendación, el Gran Premio del Jurado de Cannes y  otros premios avalan esta película.


Y lo difícil que es librarse de esta lacra. Veréis.  Unos días antes iba yo en el tranvía rumbo a una sesión de ensayo con mi coro. Preparábamos una conocida y hermosa canción en favor de la paz en el mundo. Repasando aquellas estrofas tan llenas de amor me encontraba yo cuando vi entrar a un chaval con pintas un poco extrañas, para mis rancios gustos, claro: chándal varias tallas más grande de lo necesario, capucha puesta y una lata abierta de Monster en la mano de la que daba sorbos cada poco rato. «Vaya, no se habrá enterado este de que no se puede comer ni beber en el transporte público —pensé inmediatamente torciendo el morro— ¡Qué paciencia hay que tener». Para colmo el tío se despatarró en el asiento individual que tenía justo frente a mi al otro lado del pasillo. «Lo que faltaba, como si estuviera en su casa». Así fue llenándose el tranvía mientras yo seguía ensimismado refunfuñando para mis adentros. En un momento dado veo que el chico se levanta y le cede el sitio a una señora mayor que acababa de entrar y a la que yo no había prestado atención, absorto como estaba en mis cosas. Fue un zasca en toda la boca con la mano abierta. Como la bofetada de Will Smith, pero con motivos.

Pues bueno, en esta película se habla de esto mismo pero con mayor gracia y profundidad. O sea que si encontráis a mano alguna sala donde la echen, que no será muy fácil, id a verla. Si no, siempre os quedará la 2, donde la pondrán seguramente en unos meses.