martes, 24 de noviembre de 2015

El corredor mínimo

No confundir con "corredor minimalista", que son esos que corren medio descalzos o con una especie de guantes de goma en los pies. Lo mío es mucho más convencional. Ser un "corredor mínimo" consiste simplemente en ser alguien que corre para mantenerse en forma y punto, evitando en lo posible toda la parafernalia con la que están haciendo el agosto cantidad de negocios relacionados con el deporte de correr. Si, porque aquí el que no corre vuela, y como la fiebre correcolari parece tener cuerda para rato, hay un montón de gente avispada que se está forrando con el asunto. Y ojo, que esto a mí me parece muy bien. Solo que en mi opinión, lo de meterse en esa rueda corre-consumista no es en absoluto necesario. Porque lo  de "mínimo", tiene que ver sobre todo con simplificar, con desprenderse de lo superfluo. Podría haber sustituido "mínimo" por "tranquilo" y quizá hubiera quedado mejor definido el concepto. En todo caso, a continuación pongo algunos puntos que pueden aclarar mejor el tipo de corredor del que estoy hablando y cuyo ejemplo más cercano sería un servidor.

  1. El corredor mínimo sabe que correr es un privilegio al que desgraciadamente no todo el mundo puede acceder por distintas limitaciones físicas, de edad, etc. Aprovechemos pues y corramos mientras podamos, pero sin pasarnos. Y tengamos siempre presente que este don no nos va a durar para siempre.
  2. El corredor mínimo, aunque suele ir despacio, se cansa cuando corre. Y no es que no disfrute del trayecto, sí que lo hace, pero con moderación. El mayor goce llega, por ejemplo, cuando se toma un vermú en condiciones a cuenta del entrenamiento mañanero.
  3. El corredor mínimo no necesita estar pendiente del reloj, ni del cronómetro, ni del ritmo que lleva. Los nuevos relojes, con GPS, WIFI y mil virguerías más, son una chulada, pero ojo, no te van a ahorrar ni una sola gota de sudor. Al contrario. Lo he comprobado personalmente.
  4. El corredor mínimo no necesita unas zapatillas de más de 100 euros ni tiene por qué cambiarlas cada dos por tres. Por bastante menos se pueden encontrar unas de buena calidad aunque sean de la temporada pasada. O de la anterior.
  5. El corredor mínimo no necesita apuntarse a ninguna carrera para nada. Sin embargo, los organizadores de carreras sí necesitan a los corredores, y claro, hacen lo posible para intentar hacernos pasar por caja. Allá cada cual. No digo que esté mal correr una carrerita de vez en cuando, pero de ahí a pringar la mitad o más de los fines de semana ( y lo que es peor, hacer pringar al resto de la familia), va mucho trecho.
  6. El corredor mínimo, cuándo quiere correr en grupo, sabe dónde, cuándo y con quién puede hacerlo. Mi grupo, el 7:45 es el mejor ejemplo. Vas cuando quieres y cuando no, no. No hay compromisos.
  7. El corredor mínimo no necesita retos especiales para motivarse. Tampoco necesita batir marcas o superar distancias imposibles. Salir a correr tres días por semana es ya un reto más que importante, que por cierto,  no siempre cumple a rajatabla. Pero no pasa nada. No olvidemos que nuestro objetivo es mantenernos en forma sin machacarnos demasiado y sin obsesionarnos.
  8. El corredor mínimo sabe perfectamente que lo de correr no es lo más importante. Aunque es algo que le hace sentirse bien, su vida no gira en torno a eso ni mucho menos.
Bueno, yo creo que más o menos ha quedado clara mi postura actual respecto a esto del correr. He de decir que no siempre he visto la cosa del mismo modo. Si alguien ha seguido un poco la evolución de este blog, habrá visto que la "linea editorial" ha ido variando notablemente desde que lo empecé hace cinco años. Supongo que es lo normal, yo también he cambiado claro. En fin, esto es lo que hay. Por el momento.



lunes, 12 de octubre de 2015

10 claves para correr una maratón sin machacarse demasiado.

Aviso importante: Todos los consejos o reflexiones que expongo a continuación están basados exclusivamente en mi breve experiencia personal como corredor popular. Así que probablemente mi ejemplo servirá de muy poco a la mayoría del personal. Pero quién sabe. Quizá a alguien le sea útil. 

Para empezar diré que hace un par de semanas corrí mi segunda maratón. Y me fue bien, la verdad. La acabé en 4:14, tres minutillos menos que en 2013.  Esto hace 2 de 2 intentos con éxito: un 100% de efectividad. Así que respaldado por una estadística tan contundente, me he  atrevido a extraer y ordenar algunas conclusiones que ya apunté tras mi primera maratón. Ahí van:


  1. El punto de partida. La maratón es un reto que la mayoría de los que nos iniciamos en esto del correr nos planteamos en un momento u otro superar. Fundamentalmente es eso: un reto personal, y poco más. Lo normal y recomendable es abordar ese desafío cuando uno lleva un tiempo corriendo de forma habitual y ha participado por lo menos en alguna carrera de 10 km y algún medio maratón. Yo diría que un mínimo de 2 años previos puede estar bien. Por supuesto que alguien habituado a hacer deporte con cierta intensidad de modo regular podrá reducir e incluso eliminar esa fase previa y dedicarse solo a la preparación, pero para la gente normal y corriente que ha pasado prácticamente del sofá a las zapatillas, alcanzar un estado de forma adecuado para correr una distancia tan larga,  lleva su tiempo.
  2. La decisión. Cuando uno cree que ha llegado el momento, lo mejor es no pensarlo demasiado  y apuntarse en la prueba que le vaya más a mano. Y hacerlo pronto. Es importante  inscribirse con tiempo suficiente por varios motivos: primero porque hará falta un mínimo de tres meses para el entrenamiento específico de la carrera, segundo porque una vez inscrito la motivación para prepararse aumenta considerablemente y tercero porque el precio suele incrementarse cuando se acerca la fecha de la carrera. Y hay que mirarlo todo. Bueno, pues una vez decididos, solo hay que elegir el plan de entrenamiento que vamos a seguir.
  3. Elegir el plan adecuado. Este es el meollo de la cuestión. Hay cientos, quizá miles de planes de entrenamiento circulando por ahí. Muchos de ellos están avalados por atletas con gran experiencia, por entrenadores profesionales, etc. Sin duda todos ellos están mucho mejor documentados que yo.  El problema es que todos esos planes, o la inmensa mayoría, parecen basados en los que se diseñan para atletas profesionales o semi-profesionales. Y probablemente serán muy adecuados para quien pretenda correr la distancia en torno a las tres horas. Sin embargo, a mi entender, los niveles de exigencia y de complejidad de estos planes resultan poco apropiados para alguien que simplemente quiere correr una maratón y acabarla sin sufrir demasiado. Por eso seguí este plan hace dos años y he vuelto a hacerlo este año. Aunque aquí lo llamo "mi plan",  el plan original me lo recomendó mi amigo y compañero del grupo 7:45 Pedro Justes y procede de un artículo publicado en 1995 en la revista Correcolari (hoy llamada "Correr")
  4. Mi plan. Como diría el gran Goyo Jimenez, no lo cuento, lo pongo sin más:
    Arriba el plan que seguí en 2013. Las cruces representan los días que fui cumpliendo cada semana. Como se verá, falle algún día pero no hay que traumatizarse por eso. Lo de la última semana es algo personal. Me gusta llegar bien descansado al día D. Por eso sólo corrí un día. Abajo exactamente el mismo plan pero con las crucecitas del seguimiento que hice  en esta edición  de 2015. También hay ligeras variaciones: corrí cinco días durante tres semanas seguidas en vez de las  dos preceptivas para compensar las primeras semanas en que estuve más fallón. Este año la última semana corrí dos días, martes y jueves. 

    Como veréis los  principales atractivos de este plan son dos: su sencillez y el no incluir tiradas largas.
  5. El seguimiento del plan. Si habéis echado un vistazo a los planes convencionales de preparación para la maratón seguramente habréis pensado que es imposible seguirlos al pie de la letra sin tener al lado un entrenador personal, cronómetro y libreta en mano, que te vaya marcando los ritmos, los tiempos, las tablas de ejercicios en gimnasio, etc., etc. Una locura. Sin embargo para seguir mi plan no hace falta ni siquiera un reloj. Si tienes un recorrido que sabes que te cuesta más o menos una hora, basta con hacerlo los días que te marca el plan cada semana y ya está. Así de simple. Y tampoco hace falta ser demasiado estricto. Si entre semana haces 50 minutos en vez de una hora, pues no pasa nada, Y si algún domingo estás hora y media en vez de una hora, como hice en un par de ocasiones este verano con mi grupo, pues tampoco es cuestión de darse la vuelta e irse solo para casa. Eso si,  me negué en redondo cuando me propusieron hacer una tirada de 20km. De eso nada. Ya correría esos 20 y otros tantos el día de la carrera. ¿Por qué darme la paliza antes de tiempo?
  6. La elección del ritmo. Otro asunto de vital importancia. Para alguien que no ha corrido nunca una maratón creo que lo razonable es ser prudente y marcarse un objetivo asequible. En muchos foros recomiendan que para estimar el tiempo objetivo de la maratón hay que tomar como referencia tu tiempo en la media  y  multiplicarlo por 2,1. Es decir el doble y un 10% más. Puede valer como orientación. En mi caso, mi mejor tiempo en media maratón era de 1:49 y el peor 2:06. Según esto mi tiempo para la maratón podría estar entre 3:48 y 4:24, con ritmos medios de entre 5:25 y 6:16 min/km. Con estos datos no tuve duda de que un rítmo  de en torno a 6 min/km sería lo más prudente. Finalmente en 2013 mi ritmo medio fue de 6:06 y en 2015 de 6:01. Dentro de lo previsto. 
  7. La alimentación. Este es un tema que también creo que se saca de quicio cuando estamos hablando de "corredores populares". Con llevar una alimentación sana y variada creo que es suficiente. Durante los meses de preparación, en los que como máximo he corrido 50 km a la semana, no he llevado ningún régimen especial. Y he mantenido mi peso en torno a los 83 kilos. Durante la carrera me comí todo  lo que  daban en los avituallamientos: pedazos de  sandía, naranja plátano. El único suplemento que tomé fue un gel que me sobró de 2013 y que al estar caducado me tomé con cierta aprensión. Desde luego no creo que me hiciera demasiado efecto, ni para bien ni para mal. 
  8. La hidratación. En este asunto  sólo puedo decir que durante la carrera me bebí prácticamente todos los botellines que daba la organización tanto de agua como de bebida isotónica. (250ml cada 5km) En el 2013 hice lo mismo y me fue bien. Creo que es una buena práctica hidratarse suficientemente sobre todo durante la primera parte de la carrera, cuando aun no se tiene mucha sensación de sed. 
  9. El factor suerte. Muy importante e impredecible completamente. Hay cientos de factores que no se pueden controlar. Cualquier pequeña indisposición o molestia puede arruinarlo todo el día de la carrera. Es así y no hay que darle más vueltas. Que todo salga bien es algo que siempre debemos agradecer. Sobre todo viendo que hay muchos corredores, que seguramente se han preparado tanto o más que uno, y que lo pasan realmente mal e incluso tienen que retirarse. 
  10. La carrera. Casi es lo de menos. Si se ha tenido en cuenta todo lo anterior, incluido el factor suerte, claro, solo hay que seguir el ritmo previsto y llegar hasta  a la meta. Es bueno ir en grupo, aunque no hay que empecinarse, si hace falta aflojar o descolgarse un poco, no pasa nada. En 2013 fui sin ninguna referencia fija pero me junté en varios tramos con compañeros de carrera que me ayudaron bastante. En 2015 íbamos un grupo más numeroso con el ritmo objetivo de 6'/km. Al final se fue disgregando un poco pero la mayoría llegamos bastante bien. En ningún caso me topé con el temido "muro". Sí se me hicieron largos los últimos kilómetros. Pero ¿quién espera llegar fresco tras correr 42?
El climax. Cuando por fin llegas a la meta la alegría que te invade es tan grande que compensa con creces todo el esfuerzo. Es brutal. Y lo bueno es que el subidón te dura varios días. Vas por ahí orgulloso de tus agujetas, deseando que te pregunten por qué bajas las escaleras de esa forma tan rara. Ya han pasado dos semanas y afortunadamente no tengo ninguna secuela. Aun así, si me topo con alguien al que todavía no le he hablado de "mi gesta"  no dudo en simular una ligera cojera. Nunca falla.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Más correr y menos ranin

Empiezo a estar ya algo aburrido de tanto ranin. Con lo fácil y natural que es salir a correr simplemente. Pero nada, no hay manera. Parece que si no haces ranin  eres un anticuado.Y es que muchos españolitos seguimos teniendo ese sentimiento de inferioridad que hace que todo lo extranjero nos parezca más profesional, más limpio o más glamuroso. No tenemos remedio.

De acuerdo con que en su día los anglohablantes  inventaran el fútbol, el tenis, el béisbol y otros muchos deportes. Vale.  Y que al final nos quedáramos con el nombre original, puesto que aquí no existía un nombre específico. Hasta ahí todo normal. Pero al menos en todos esos casos se adaptó la escritura a la ortografía española, cosa que hoy en día parece estar mal visto. Aun me tengo que encontrar por ahí con el primer club de ranin.  ¡Como si todos domináramos el inglés!  Es más, yo creo que el personal, cuanto menos inglés sabe, más se recrea en la palabrita: -¿Has visto las mallas de ranin que vienen para esta temporada?- ¡Ideales oye!

Afortunadamente aun hay alguna publicación como esta que mantiene el tipo y evita en lo posible la utilización del anglicismo. Por cierto, de esta revista que antes se llamaba "Corricolari" proviene el sencillo plan de preparación para la maratón que sigo.

Pero es que además lo de correr, que yo sepa, no lo han inventado los anglosajones. Por tanto, ¿Que necesidad tenemos de ranear por ahí pudiendo correr como se ha hecho toda la vida?

Bueno, me voy a correr un rato. Y el que quiera, que haga ranin. Allá cada cual.

jueves, 13 de agosto de 2015

¿Y si esto de correr... si fuera al final cosa de cobardes?

No quisiera generalizar. Hablo por mí. Los que me conocen saben que nunca he sido precisamente un "echao p'alante". Por eso muchas veces se extrañan de que a alguien como yo, que nunca mostró mucho interés por practicar deporte, le haya dado por echarse a correr. A estas edades.

De cómo empecé en esto ya he hablado de sobra en este blog. De como sigo después de seis años, eso es otra cosa. A veces ni yo mismo lo se. Esta misma mañana por ejemplo, me he levantado a las 6 y me he tirado a la calle. Me ha costado una barbaridad levantarme. Pero al final he hecho de tripas corazón y sin ninguna gana me he puesto las zapatillas, el pantalón, la camiseta y tras beber un par  de vasos de zumo de naranja (el agua no me pasa en ayunas), me he tirado a la calle. Así, a lo loco. Sin preguntarme por qué. Como se hacen las cosas que hay que hacer y punto. 

Visto desde fuera quizá parezca que hay que echarle mucho valor para pegarse semejante madrugón sin obligación ninguna. Pero eso es visto desde fuera. Para mi, que soy un cobardica para correr con calor, es la única alternativa. Como el que se levanta a esa hora para ir al curro. No salta uno de la cama a esas horas por gusto, sino por que no queda otro  remedio. Si no, yo al menos no lo haría. Pero vayamos al meollo. ¿Quien me manda a mi ir a correr tres o cuatro días a la semana durante una hora más o menos? Pues no me manda nadie, pero es que si no hago eso no podré correr la maratón de Zaragoza de este año. Aun no me he apuntado, pero después de año y medio sin participar en ninguna carrera, me apetece intentar superar el reto, como en el 2013. 

Aunque... para ser sincero, lo de la maratón no es más que una excusa. Lo que me obliga realmente a correr es lo bien que me siento después. Puro hedonismo. Un sentimiento poco heroico.  Si no fuera por esa recompensa no correría ni un metro. Desde la primera zancada no dejo de pensar en el super-desayuno que me voy a zampar nada más llegar a casa, en la ducha que me voy a dar después y en lo bien que voy a estar el resto del día. Pero aun hay más.


Dispuesto a echarme a correr.
Otra de las motivaciones que me empujan a correr, sino la principal, es la salud. Y no hablo de que pretenda estar supersanísimo. Hablo de no estar enfermo. Me explico. Si no corriera, aparte de llevar una estricta dieta,  tendría que tomar diariamente varias pastillas. Para la hipertensión y el colesterol seguro, pues aun corriendo siempre estoy al límite. Y muy probablemente también necesitaría algo contra la depresión o la angustia (estas dolencias del alma me acechan siempre). Pero como soy un cobardica, cada vez que  leo las contraindicaciones y los efectos secundarios de los medicamentos correspondientes me acojono y me digo, tío, o corres o ya sabes lo que te espera. Así que mientras pueda, seguiré corriendo. Huyendo como un cobarde de un futuro que tarde o temprano llegará. Pero mientras tenga fuerzas, ¿pies para que os quiero?

viernes, 26 de junio de 2015

Un tesoro al amanecer

Esta semana  he reiniciado los entrenamientos matutinos, como suelo hacer todos los años por estas fechas. Para evitar el calor. ¡Y qué bien me están sentando! Después de muchas semanas arrastrándome por ahí como un auténtico paquete, por fin he recuperado esas "buenas sensaciones" que dan sentido a esto del correr. 

Todos los veranos hablo de lo mismo, pero... "permítanme que insista":

Echarse a correr cuando apenas está amaneciendo es uno de los mayores placeres que uno puede darse en verano 

En serio. Eso de quitarle el celofán al día, solo contigo mismo, respirando hondo los aromas de la lavanda y del azahar recién regados, con el canto de los pájaros y el rumor de las aguas como única banda sonora... es algo que no tiene precio. Y con ese frescorcillo tan agradable, tan en su punto y tan efímero que en menos de una hora se habrá evaporado. ¡Ah! ¡El gusto que da! Y más aun sabiendo que es todo para ti. Bueno, para ti y para los pocos que han descubierto que, en verano,  las mejores butacas para el espectáculo se acaban antes de las 7. Luego tienes todo el día para disfrutarlo desde tu palco de honor. Vas por ahí como si te hubiera tocado la lotería. Feliz de la vida. Con esa sonrisilla de satisfacción  que te da el saber que has encontrado un tesoro secreto e inacabable, y  que estará esperándote al día siguiente, y al otro, en el mismo lugar. Al amanecer. Solo para tí.   
Probadlo. No os arrepentiréis.

El hecho de que mi sitio habitual para correr sea el Parque del Agua a orillas del río Ebro le añade sin duda un plus a la experiencia de correr al amanecer. Pero estoy seguro de que a esas horas cualquier lugar es bueno.



miércoles, 3 de junio de 2015

Coches

A veces leo u oigo cosas por ahí que se me quedan grabadas para siempre. Por ejemplo, cuando alguna vez reparo en mi viejo coche, me acuerdo de lo que alguien dijo una vez sobre el tema: 

"Cuando me compro un coche nuevo lo primero que hago al llegar a casa es darle un martillazo en la aleta delantera. Así me evito ese estúpido sufrimiento que suele perseguir a todo el que estrena coche durante bastante tiempo."

Para ser sinceros nunca he hecho tal cosa con ninguno de los pocos coches que he comprado en mi vida. Me habría dado pena. Pero eso no quiere decir que no esté completamente de acuerdo con el espíritu del autor de la frase. De igual manera que estoy convencido de que mis hijos leerían más si hubiera tirado la tele al contenedor cuando nacieron. Pero bueno, siguiendo con lo de los coches, el mío tiene ya 16 años y, claro está, a esa edad, sin necesidad de arrearle ningún martillazo, los bordillos, las columnas de garaje, los parachoques, puertas, bolas de enganche, y sobre todo mi despreocupación y quizá aun más la de mi mujer,  han ido haciendo su trabajo sin prisas pero de forma inexorable. Como se hacen las cosas bien hechas. Y se le nota. Y no me importa en absoluto. Y él lo sabe. Entre nosotros existe esa complicidad de los viejos amigos cuyas arrugas y viejas heridas no hacen sino recordar una historia común.

Mi coche. Está viejo y tiene muchos roces y pequeñas abolladuras. Pero no me ha dado casi ninguna preocupación durante muchos años. Y estoy seguro de que eso no me hubiera ocurrido si lo hubiera cambiado una o dos veces en ese tiempo. Por no hablar del pastón  que me he ahorrado.
El verano pasado tuvo la primera avería gorda desde que está con nosotros: 2700 euros la broma. Todo el mundo me decía que ni se me ocurriera arreglarlo, que el coche no valía tanto y que con el plan PIVE y tal, por poco más podría tener un coche nuevo. Chorradas. Por supuesto no les hice ni puñetero caso. No iba a dejar tirado a mi coche, a  mi viejo y fiel coche que en 15 años no me había dado ningún problema por un pequeño contratiempo. El pobre, al que nunca le he prestado más atención que la de echarle gasolina o cambiarle el aceite y las ruedas cuando hace falta, seguirá conmigo hasta el final. Estaríamos buenos.

Otra cosa que  viene a cuento sobre este asunto de los coches es lo que me dijo mi amigo Joaquín un día (me imagino que bien documentado previamente):

  "La mayoría de las avionetas de esas de hélice que vuelan por ahí, son mucho más viejas que sus dueños." 

Y digo yo, ¿Por qué no puede un coche circular por ahí con 25  años, si un avión, que es un aparato mucho más delicado a mi entender, puede hacerlo tranquilamente con esa edad y bastante más? Por suerte para la poderosa industria del automóvil la mayoría de la gente no debe de pensar como yo. Más le vale.

lunes, 18 de mayo de 2015

Principio de los objetos demasiado bien escondidos. Especial móviles

Si escondes algo en un sitio tan rebuscado que crees que nadie lo va a encontrar, lo más probable es que tú tampoco lo encuentres cuando vayas a buscarlo.

A esta conclusión he llegado tras sufrir en carne propia y en varias ocasiones un suceso como el que relataré a continuación. Por suerte o por desgracia en este caso se pudo localizar, (el objeto era un móvil) gracias a una utilidad poco conocida que explicaré detalladamente, por si a alguien le interesa.

Desde que estos maléficos aparatos (los móviles inteligentes) se han apoderado de gran parte de nuestras vidas, las relaciones familiares, especialmente entre hijos y padres, ya de por si complicadas desde el principio de los tiempos, se han  visto afectadas de una manera notable. Desde luego no es culpa de los niños y jóvenes, que han nacido con un dispositivo mágico entre las manos que supera en un millón de veces lo que el más visionario y caprichoso de los que fuimos niños hace 40 años hubiera llegado siquiera a imaginar.

Con estos antecedentes, las restricciones en el uso del móvil a los hijos se han convertido en lo que hace unos años era racionar las horas de ver la tele o de jugar a la DS, ocupaciones ya cada vez más residuales para los chavales. Resumiendo, que lo de que "te voy a quitar el móvil hasta fin de curso" ó  "si no estudias para días entras en el wasap", etc. etc., se ha convertido en una cantinela habitual, sospecho que no sólo en mi casa.

El asunto es que como la medida de dejar el móvil encima de la mesa del salón no suele ser suficiente para disuadir de su uso, en los periodos de restricción o castigo lo que hacemos normalmente es esconderlo en el cajón de la mesilla, bajo la almohada, o en algún otro sitio digamos "normal". El problema llega cuando a los hijos les cuesta menos encontrar su juguetito que a nosotros las llaves antes de salir de casa. Luego empiezas a buscar sitios un poco más difíciles: inútil, porque se llaman desde el fijo o desde otro móvil y aunque lo tengan en silencio, porque los jóvenes siempre lo tienen en silencio, oyen perfectamente la vibración y lo encuentran en un pis pas en cuanto sales por la puerta.

Lo de esconder demasiado bien las cosas es tan peligroso como elegir una contraseña supercomplicada. Cuidadín con estos temas.

Entonces llegamos a la fase final y le decimos a nuestro hijo o hija adolescente: "Te voy a esconder el móvil pero le voy a quitar el sonido y la vibración. ¡A ver si lo encuentras ahora!" Y aquí es donde llegamos al principio expuesto arriba. Efectivamente. No lo encuentra. Ni él ni nadie.

Llevábamos dos días buscando el dichoso móvil por toda la casa. Entonces es cuando te das cuenta de la cantidad de cosas prescindibles que guardamos en cajones, estantes, armarios y demás recovecos. Pero ese es otro tema. El móvil estaba encendido pero al permanecer en  absoluto silencio no había manera de encontrarlo. Ya al tercer día de búsqueda, resignados ya a la ridícula situación de tener que comprar otro, teniéndolo en casa, se me ocurrió buscar en Google.  Después de varios intentos infructuosos di con la solución:

Se puede hacer sonar un dispositivo Android aunque esté en modo silencio total siempre que esté encendido, conectado a datos o a la  wifi y tenga algo de batería. Parecen muchos requisitos pero en nuestro caso, milagrosamente funcionó. Solo hay que entrar en Google Play con la misma cuenta de google del móvil desde un ordenador cualquiera o desde una tableta. Entonces pulsamos el botón de ajustes y abrimos el "Administrador de dispositivos": nos aparecerán los aparatitos activos con esa cuenta. Como lo habitual es que no tengamos activado el GPS (en casa tampoco nos serviría de nada) la opción que nos interesa es la de "Hacer sonar".

Esta curiosa y poco conocida utilidad de Google Play nos puede sacar de algún apuro.

¡Y voila! El cacharro se puso a sonar a toda pastilla. Estaba en el cajón más escondido, entre las bufandas de invierno. 

viernes, 16 de enero de 2015

Elogio del entremés (frente a los entrantes compartidos)

Este pasado año, entre otras cosas, me ofreció la oportunidad de reencontrarme al menos en un par de ocasiones con uno de los platos más injustamente olvidados en los menús de los restaurantes españoles de todo tipo. Me refiero al "entremés",  o "entremeses". Hace unas décadas cualquier sitio donde uno fuera a comer "de menú" contaba entre las opciones obligadas para primer plato con unos "Entremeses variados". La calidad y contundencia de este plato podía variar mucho de un lugar a otro, pero uno sabía más o menos a qué atenerse. 

Entremeses variados típicos. Con la imprescindible ensaladilla rusa, sus embutidos, su queso, sus fritos, y un poco de verde para compensar. Este es un ejemplo que he sacado de la web cocinaconmarga.com, pero puede haber múltiples variaciones. Normalmente no incluyen langostinos, pero si espárragos, croquetas, paté, etc.  En resumen, un primer plato apetitoso y variado que no suele defraudar a nadie.

Hoy, sin embargo, no es muy habitual encontrarse con unos entremeses como los de la foto, de los de toda la vida. Parece ser que no entran dentro de lo que se considera moderno en la cocina actual. Y lo malo es que tampoco se consideran un plato de la cocina tradicional. ¡Una lástima! Si, una lástima porque el aliciente que tiene este plato es que constituye en si mismo un aperitivo  bien surtido que si te lo tomas antes en la barra del bar te sale por un pico, mientras que dentro del menú te hace el mismo servicio y no tienes que abonarlo aparte. Luego te pides una carne o un pescadito para segundo y asunto solucionado. Ya te puedes echar la siesta con la satisfacción del trabajo bien hecho.

Pero no acaba ahí la cosa. Resulta que para sustituir la encomiable función que cumplían los entremeses variados, en la actualidad cualquier maître de pacotilla te suele recomendar, así como en secreto, unos "entrantes para picar en el centro de la mesa", sugerencia que extrañamente casi todos los comensales suelen aceptar gozosamente. ¡Ignorantes! ¡No hay mayor engaño! Si tienes mucha suerte,  puedes aspirar a zamparte la mitad de lo que sería una ración individual como la de la foto. Eso sí, el precio será siempre mayor. 

Y aun hay más. Quizá el efecto más pernicioso de la supresión de los entremeses sea el deterioro de las relaciones interpersonales.  Alguien podría pensar que lo de "algo para picar en el centro" fomenta las relaciones sociales, incita a compartir, etc. ¡Nada más lejos de la realidad! Especialmente cuando el grupo empieza a ser algo numeroso. Por alguna perversa razón, sea cual sea la categoría del restaurante al que vayas, el número de platos con entrantes y sus correspondientes raciones jamás se pueden distribuir de una manera justa y equitativa entre los que están a la mesa. Jamás. Siempre hay sitios privilegiados, generalmente los que ocupan la parte central, con acceso a varias fuentes del mismo manjar, y esquinas desde las que para conseguir una croqueta tienes que rebajarte a pedirla a voz en grito, bajo la mirada de reprobación de los que no han tenido necesidad de hablar de la comida salvo para elogiar su abundancia y calidad. Claro, como ellos no se han sentado nunca en una esquina.  ¡¡¡Grrr!!! ¡Con lo fácil que es todo cuando cada uno tiene su plato! Y si quieres compartir, pues compartes, o intercambias, o donas los pimientos si no te gustan, pero partiendo de una situación de igualdad. De tú a tú. Sin sentirte discriminado por estar sentado en una esquina. En tu esquina de siempre.