sábado, 30 de octubre de 2021

Dos medianas con doble de queso

Qué historia habrá detrás de esta imagen. No se abandona la herramienta de trabajo así como así. Iba yo camino a la oficina y me ha llamado tanto la atención que he sacado la foto. Llovía un poco. La farolas todavía estaban encendidas.


Una mala noche, seguramente. Puede que una discusión con un cliente demasiado exigente. De esos hay muchos. O un altercado de tráfico que ha acabado en una bronca de las gordas. O puede que una llamada personal de las que hacen que tu vida se tambalee de repente. O quién sabe si algo todavía peor. Un atropello. Un infarto. Una agresión. Aunque tal vez no ha sido nada tan grave. Simplemente una gota que ha colmado el vaso.

Puestos a elegir, prefiero pensar que ha sido esto último. O todavía mejor. Un momento de lucidez. Algo del estilo de -Sabéis que os digo, que aquí os quedáis con vuestros macdonals, vuestros restaurantes chinos y vuestros kebabs. No me compensa. Total, lo de estudiar ingeniería no es lo mío. Sí, a mi madre le hacía ilusión que fuera ingeniero. Como el primo Andrés, que se colocó al licenciarse en la Balay y ahora está de jefazo en la Bosch, en Munich. Qué fenómeno Andresito. Mi padre no decía nada, ni dice. Tiene bastante con el trabajo del campo. Pero yo sé de sobras que le gustaría que estuviera con él, con la faena que hay entre la tierra y los animales. Además, si vuelvo, se animaría a modernizar los riegos y la granja, que ya lo dejó caer el día del bautizo de Luis, el de mi hermana Carmen, que por cierto, casi no vienen por casa desde que el Joan está de mosso en Sabadell. Y como ella lleva allí un cátering con su cuñada, pues entre una cosa y otra no tienen tiempo para nada.  Y claro, a mi madre tampoco le iría mal que estuviera yo por allí. Porque mi padre para la tierra sí, pero para la casa y los papeles, nada. Y además, a mi lo que de verdad me ha gustado siempre es la historia. Igual me matriculo por la Uned como José Luis, el de casa Marcial. Que las tardes de invierno son muy largas. Y bueno. Lo del whatsapp que me ha enviado Rosa, la pequeña de las chicas de Madrid que cogieron la panadería, también me ha ayudado lo suyo, la verdad. Un mensaje privado, no por el grupo, invitándome a su cumpleaños en la peña este sábado. Y llevaba un corazón. De los gordos.  O sea que, lo que os decía. Que me largo. Aquí dejo la mochila. Si alguien tiene hambre, hay dos pizzas medianas con doble de queso, algo frías ya. He estado un buen rato aquí, sentado en este banco. Nunca hubiera pensado que fuera tan cómodo-.