domingo, 10 de mayo de 2020

De la lluvia, del correr y del soñar

Me gustan los días de lluvia. En el campo, en la ciudad. Da igual. Todo parece nuevo, como recién pintado. Pero no solo es una cuestión estética. También disfruto muchísimo de esos tonos más desvaídos que deja la niebla, cuando se agarra durante un mes o más. Es por esa sensación de irrealidad que lo envuelve todo, como si en vez de estar de camino al trabajo, por ejemplo, continuaras en  esa agradable fase entre el sueño y la vigilia de la que no quieres despertar. Desgraciadamente para mi, pero me temo que afortunadamente para la mayoría de la gente, siempre acaba saliendo el sol... demasiado pronto. Si esperara hasta el día siguiente, que sería lo más educado, tendría un pase. Pero cuando se presenta  a media tarde, así de sopetón, me parece de una insolencia insoportable. Es como si estás tan ricamente en un cine viendo una película romántica o de suspense o de lo que sea y alguien enciende las luces de la sala. Se rompe toda la magia. En fin. Dicho esto, voy al tema.

Esta mañana a eso de las 6 me he levantado con la intención de ir a correr un rato por el Parque del agua, que es mi hábitat natural para estos menesteres. Desde la ventana se veían charcos en la calle y chispeaba ligeramente. No me atrevería a llamar a eso lluvia, pero cumplía sus funciones en lo que a mi respecta. Así que me he calzado las zapatillas y me he tirado a la calle con el único accesorio anti-lluvia que he considerado adecuado en estas circunstancias:  una gorra visera que evita que te baje el agua por ojos y cara caso de que arrecie el chaparrón. 

Como suponía, el ambiente húmedo a disuadido al 95% del personal que el sábado pasado me encontré durante el recorrido. Sí. De normal, incluso entre semana y más desde que se dio el permiso,  hay gente a esas horas por ahí. Hoy sin embargo solo me he encontrado corriendo a una chica y un chico, cada uno por su lado, justo cuando de vuelta veía ya el portal de mi casa. Por el parque me he cruzado con dos bicis y un par de paseantes pertrechados con chubasqueros y demás.


¿Hay algo más evocador que ver llover tras los cristales?

No acabo de entender cuál es el motivo de esta aversión generalizada a mojarse ni siquiera un poquito. Y más en un día como hoy, a 18 grados. Chispeaba tan poco que apenas se ha mojado mi camiseta. Supongo que la gente pensará que con lo bien que se está en la cama, para qué te vas a arriesgar a darte un remojón. En fin. ¡Si supieran lo que se han perdido! Aunque pensándolo un poco, casi mejor así. A ver si mañana llueve otra vez. Volveré a tener ese vergel húmedo y fragante solo para mi. Un sueño hecho realidad.


Nota al margen.: El título de este artículo contiene el singular nombre de un grupo pop nacido ya en los 80 pero que sigue todavía en pie (De la lluvia). Son la mayoría amigos míos y hace unos tres años me dieron la oportunidad de salir  con ellos al escenario a interpretar Space oddity. Un subidón.