Alguna vez lo he citado de pasada, pero creo que este singular establecimiento y su famosa especialidad merecen una reseña en exclusiva. Visitar Zaragoza y no probar una ración de calamares bravos en "El Calamar Bravo", es como pasarse por la capital maña y no acercarse a la plaza del Pilar. Vamos, para hacérselo mirar.
Y tiene que ser en "El Calamar Bravo". No valen imitaciones. A este respecto puede ser esclarecedora la siguiente anécdota: estando hace unos años en un bar de Zaragoza, mientras ojeábamos la carta de bocadillos, le sugerí a mi hijo mayor que probara el de "calamares bravos", de cuya versión original le había hablado ya en varias ocasiones pero no había llegado a probar. El chaval, con mejor criterio que yo, me sorprendió gratamente con la siguiente respuesta: "No papá. No quiero perder la virginidad con un sucedáneo. Prefiero esperar." ¡Vaya lección me dio! Al poco fuimos al sitio original y cómo no, quedó saciado y rendido para siempre al suculento manjar.
Y tiene que ser en "El Calamar Bravo". No valen imitaciones. A este respecto puede ser esclarecedora la siguiente anécdota: estando hace unos años en un bar de Zaragoza, mientras ojeábamos la carta de bocadillos, le sugerí a mi hijo mayor que probara el de "calamares bravos", de cuya versión original le había hablado ya en varias ocasiones pero no había llegado a probar. El chaval, con mejor criterio que yo, me sorprendió gratamente con la siguiente respuesta: "No papá. No quiero perder la virginidad con un sucedáneo. Prefiero esperar." ¡Vaya lección me dio! Al poco fuimos al sitio original y cómo no, quedó saciado y rendido para siempre al suculento manjar.
Recuerdo perfectamente la primera vez que los probé. Fue en 1980, mi primer año de estudiante en Zaragoza. Mi amigo Amado, que en aquellos momentos estudiaba para cura, nos llevó a unos cuantos de Barbastro al minúsculo local que ocupaba en aquella época "El calamar bravo" en la calle Moneva. Como por lo visto era costumbre, estaba abarrotado de clientes, pero valió la pena. Fue como una revelación. Nunca habíamos probado nada tan sabroso: los calamares tiernos, la salsa aparentemente suave pero con un fondo potente que persistía durante horas, el picante en su justa medida... En fin. Que desde entonces he permanecido fiel a esta delicia y raro es el mes en que no cae como mínimo una ración compartida regada con una cañita de cerveza. Afortunadamente mi mujer es también ferviente devota de esta contundente tapa.
Yo también saboree aquellos años bocata calamares calle moneva... ! Feliz 16"
ResponderEliminarJeje. ¡Y quién no, Paco!
EliminarGracias y feliz año para tí también!
O temporada o mores...muy bueno Ramón, redactas la vida cotidiana, con gracia y salero.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarO temporada o mores...muy bueno Ramón, redactas la vida cotidiana, con gracia y salero.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo Ramón, lo has descrito perfecto. Yo siempre bocadillo, en tiempos en alguna ocasión, si algún amigo se animaba doblábamos bocata.
ResponderEliminarJeje. Gracias Pedro. Sí, lo de doblar ahora sería excesivo, pero el bocata caería, y de hecho cae, sin problemas.
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