domingo, 12 de febrero de 2023

El jilguero y el Kindle

Hace ocho años una buena amiga de mi mujer le regaló este libro acompañado de una cariñosa nota manuscrita (por la que he sabido lo de los años). En ese tiempo, ambos, mi mujer y yo, hemos hecho algún intento de abordar la lectura de esta monumental novela, pero para enfrentarse a un tocho de casi 1200 páginas, hay que tenerlo muy claro. Y como siempre había  otras lecturas más ligeras a mano, no veíamos el momento de atacarlo. No obstante, en su defensa (del libro), tengo que decir que durante todos estos años ha mantenido intacta su dignidad: nunca abandonó su posición de privilegio sobre la mesilla de noche, eso sí, la de la casa del pueblo. Y como la perseverancia lo puede casi todo, al final, esta pasada Navidad le llegó su turno.

Después de volver a encontrarme por ahí con alguna elogiosa referencia a esta obra y aprovechando que tenía unos días de vacaciones pensé que sería una buena ocasión para enfrascarme en su lectura. Y así fue. La novela narra en  primera persona el tortuoso tránsito de la niñez a la edad adulta de un chico corriente que pierde a su madre en un dramático suceso que marcará toda su vida. Esto que podría parecer así una historia mas o menos convencional, se convierte en una  lectura apasionante gracias a las peculiares circunstancias que envolvieron aquel trágico incidente y a la magistral y cercana forma de narrar que tiene Theo, el protagonista por obra y gracia de la autora, claro—,  que hace que empaticemos inmediatamente con él y no tengamos gozosamente  mas remedio que acompañarlo hasta el final. 

El único problema que le encontré al libro era su volumen y su peso. Una cuestión ajena a su contenido pero que me hacía entre algo y bastante incómoda su lectura. Y es que para uno que está acostumbrado a leer en posturas más bien yacentes en el sofá o en la cama, tener un peso de casi kilo y medio apoyado en el esternón o, casi peor, sujeto en el aire con una o con las dos manos, resulta al cabo de un rato bastante engorroso, la verdad. Y es aquí donde la pura suerte vino a hacerse cargo del asunto de la forma más providencial, como sucede solo muy de vez en cuando.

En papel o en ebook. Un pedazo de libro.

Nunca nos habíamos interesado en casa por los lectores de ebooks, los llamados eReaders. Para qué más cacharros electrónicos habiendo libros de papel. Pero mira tú por dónde que justo en esos días previos a la Navidad, ya enganchado y un poco magullado— con "El jilguero". O sea que me vino como caído del cielo. Qué cosa más ligera y práctica. Y además se puede leer con la luz apagada sin molestar a nadie con la suave retroiluminación que incorpora. Una maravilla. 

Aunque cada vez que paso por la estantería y veo el ejemplar de papel, allí, anónimo, uno más entre  otros muchos libros que sí tuvieron la dicha de ser leídos página a página... Él que estuvo tantos años  junto a nuestra cama, como un perro fiel, esperando paciente nuestra atención. ¡Maldita sea!  Cuando lo veo allí, tengo que apartar la mirada. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario