martes, 20 de junio de 2023

Solo para adultos

Desde que los chicos son mayores, solemos, mi mujer y yo,  pasar unos días tranquilos en la playa a primeros de junio, cuando todavía puedes pasear por la orilla sin hacer equilibrios para no pisar a nadie. Se está bien, sí, aunque últimamente, serán cosas de la edad, empezaba a importunarnos demasiado la algarabía constante que montaban los críos en los hoteles a los que íbamos; en el comedor, en la piscina, por no hablar de las diabólicas actividades de animación con canciones infantiles a todo volumen que, curiosamente, solían empezar justo a la hora de la siesta. No podéis ni imaginar las estrofas alternativas que se me ocurrían en ese delicado momento cuando empezaba a sonar el "Veo veo, qué ves...". Así que este año, antes de que la cosa fuera a mayores, decidimos buscar un hotel "sin niños".   

Y por lo que pudimos ver, no éramos los primeros en relacionar relax vacacional con ausencia de chiquillería corriendo o berreando a tu alrededor: la oferta de este tipo de establecimientos es sorprendentemente abundante. En realidad, parece ser que no es legal prohibir el alojamiento de familias con hijos pequeños en ningún hotel de cualquier categoría, pero la sola recomendación "para adultos" junto con  la inexistencia de piscinas de chapoteo, tronas, menús infantiles, etc., suelen disuadir al más despistado. Total que reservamos nuestra escapada romántica en lo que parecía, por las fotos,  un hotel idílico especial para parejitas. ¡Qué emoción!


Una de las  imágenes promocionales de la cadena de hoteles con la etiqueta "solo para adultos" en la que nos hospedamos. 


Nada más llegar, para hacer hora mientras nos preparaban la habitación, nos fuimos a la piscina a refrescarnos un poco. Y sin necesidad de tocar el agua nos dimos un buen baño, pero de realidad. La media de edad rondaría los 70 años. De repente estábamos en una especie de previo de los viajes del Imserso muy distinto del glamuroso pack vacacional que creíamos haber contratado.  Me voy a dar un chapuzón, dije. Pues yo me voy a tumbar un rato al sol. El agua estaba agradablemente fría y las tumbonas eran magníficas.

Queríamos tranquilidad, y la tuvimos.  A paladas.  Y no teníamos nada que alegar. Elegimos un hotel solo para adultos, y aquello lo era. En vez de carritos de bebé, había andadores y sillas de ruedas. Al fin y al cabo, es lo que probablemente nos tocará utilizar en unos años. Y ya puestos, más vale ir haciéndose a la idea.

En fin. Un ejemplo más de cómo el devenir de la vida lo va poniendo a uno en su sitio, unas veces con  sutileza, otras bruscamente, pero siempre de forma inexorable. Da igual las ideas y fantasías que uno tenga en la cabeza. La vida  manda.

Aparte de todo, estuvimos de maravilla. Y es que, independientemente de la edad que uno tenga, si se tiene la suerte de tener más o menos para vivir y algo de salud, tanto si estás en tu pisito,  como en un hotel de lujo o incluso en el pueblo con los suegros, esto de estar por el mundo, no me digáis que no,  sigue siendo de lo más entretenido. 

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8 comentarios:

  1. Pero qué bonito que cuentas tus andanzas Ramón. Y la vida siempre dando sorpresas...y tú con ojos de niño mirando y contando. Qué bien que escribas

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    1. Gracias, M. Siempre tan amable con tus comentarios😊.

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  2. Jaja!!! Me ha encantado la anécdota!! A parte de que la relatas de maravilla!! 😊😘

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  3. Tan fluido y entretenido como siempre.
    He pasado un rato muy bueno.

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  4. Bueno.. Recuerdo mis andazas por Alemania, donde abundaban y eran mayoría, ya no establecimientos ni hoteles, sino simples bares y restaurantes que consentían perros y vetaban niños...
    No sé si ahí están todos preparándose para la jubilación..
    X' D
    Un saludo (Juan Ángel)

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    1. Gracias por comentar, Juan Ángel. Sí, seguramente lo hemos importado de esos países. La mayoría de los huéspedes eran ingleses y alemanes. Saludos.

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