Tras el éxito obtenido el año pasado con el cuento titulado "¡Chas!" este año he repetido con este otro. Esta vez, el tema era "inclusión y medio ambiente".
Ahí va:
El sueño de Dominic
En un lugar recóndito del África Central. 2003.
Hacía unas horas que se habían apagado los motores. Un silencio bullicioso de humedad y vida volvía a llenarlo todo, como si nada hubiera pasado, como si los bulldozers no acabaran de rasgar con sus zarpas aquel bosque milenario. Una herida roja y profunda de barro y raíces sangrantes palpitaba ante la mirada entre incrédula e indiferente de monos, serpientes y otros habitantes de la selva. Dominic y los suyos, sin embargo, sí sabían qué significaba todo aquel desastre. Desde que llegaron las primeras máquinas que taladraban la tierra dos años antes todos decían que iban a abrir una mina para extraer la piedra negra. Cuando empezaran a machacar y lavar el mineral, el fértil valle en el que familias como la suya vivían de la mandioca, el café, el azúcar, quedaría cubierto de un lodo oscuro que arruinaría sus tierras para siempre. Eso contaban que había pasado en valles vecinos. Su padre y otros como él habían protestado ante aquel atropello, pero los soldados se los llevaron y nunca más se supo de ellos. Esa noche, Dominic sintió que aquella llaga en la jungla se abría en su pecho con tal violencia que el grito que salió de su garganta acalló por unos instantes el estruendoso fragor de la selva.
Isla del Hierro. 2005
Por primera vez desde hacía mucho, al sentir la ropa seca y el abrazo de aquella mujer joven que lo miraba con ternura, Dominic se echó a llorar. Lloró durante mucho rato, hasta que los sorbos a un tazón de sopa caliente consiguieron serenarle. Cuando le preguntaron su edad, dijo que tenía 13 años, aunque no estaba muy seguro. Desde que tuvo que abandonar el poblado, su vida había sido tan desgraciada que sobrevivir día a día e intentar salir de aquella miseria se habían convertido en su única y agotadora ocupación. Al poco, empezó a notar que el aire salado ya no le quemaba la garganta y vio que el sol volvía a brillar en el horizonte con aquella luz que le recordó a la que iluminaba la plaza de su aldea a la hora del recreo. Sí. Ahora podría volver a pensar en el futuro otra vez.
París. 2023
Agencia EFE. El Dr. Dominic Rêveur, que dirige el departamento de desarrollo de materiales para las nuevas tecnologías y el medio ambiente del prestigioso instituto INTCZ, cuyos laboratorios principales se encuentran en Zaragoza, presentó ayer ante la comunidad científica los alentadores resultados que están obteniendo con los nuevos materiales sintéticos a base de carbono y sílice que sustituirán muy pronto a los que hasta ahora se extraían de minerales como el Coltán, que tantos desastres humanos y ambientales han generado y todavía generan en muchas regiones del mundo, principalmente en el África Central.
Vuelo París Beauvais-Zaragoza. Horas más tarde
Dominic, reclinado en su asiento del avión, repasaba la parte final de la nota que le habían pedido desde el Instituto para enviar a los medios:
…“Los avances científicos pueden ser y serán de gran ayuda para lograr un futuro mejor para la sociedad y el medio ambiente, pero si estos avances no van acompañados de unas políticas valientes que favorezcan la verdadera cooperación y la paz entre los pueblos de la tierra, de muy poco servirán. Mientras nuestros dirigentes se dejen llevar por el egoísmo y los intereses económicos en vez de dedicar su esfuerzo a luchar por la solidaridad entre las naciones y por la igualdad entre todas las personas, de poco valdrá todo el trabajo que muchas de estas personas hacen en el campo de la ciencia para que nuestros hijos puedan vivir en un mundo mejor, más humano y sostenible”.
Cerró el portátil y cogió el móvil. Había prometido a su madre que la llamaría cuando acabara el acto y, con la vorágine de entrevistas y felicitaciones, todavía no lo había hecho. La pantalla negra reflejó su rostro cansado. Y durante un breve instante creyó ver que los ojos que le miraban eran en realidad los de aquel niño asustado en medio de la selva. Miró por la ventanilla y allí seguía aquella mirada que ahora empañaba una lágrima mientras la herida roja del atardecer se cerraba en el horizonte.
― Hola mamá.
― Si. Todo ha ido bien.
Precioso y educativo
ResponderEliminarMuchas gracias, anónimo lector😊.
EliminarUn placer leerte. Qué relato más edificante!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Josita.
EliminarEs lo segundo que leo este año, vuelta al Quijote y el relato de mi amigo Ramón.
ResponderEliminarMe ha gustado, no es largo, breve, conciso y para pensar.
Me ha gustado, de verdad.
Muchas gracias, amigo o amiga aunque no te identifico.
EliminarGustazo Ramón. Qué bien escrito y cómo llegas 🌍. Es importante contar
ResponderEliminarMuchas gracias, Maite.
EliminarEn tan poco, lo toca todo, incluidas las conciencias... realmente muy bonito. Gracias Ramón.
ResponderEliminarPuchas gracias por tu comentario, anónimo lector/a.
EliminarFelicidades, Me gusta mucho como escribes. Con este relato en partícular has logrado hacerme viajar a tierras lejanas y sentir el dolor de Dominic.
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme y por tu comentario, Astrid.
EliminarGenial. El final está muy entrañable.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carmen.
ResponderEliminarMuy entrañable. Mucho dolor y pocas veces sueños cumplidos. Recomiendo una película Yo capitán (2023)
ResponderEliminarMatteo Garrone, sobre sueños y vidas mejores de los africanos.
Gracias, Pedro. Sí, esa película la tengo pendient.e
Eliminar