De haber nacido hombre de armas en la Edad Media seguramente hubiera tenido la funda de mi espada hecha unos zorros, pero no por mi fiereza en combate, no es lo mío, sino por la de veces que me la habría tenido que envainar. Veréis por qué digo esto.
Si alguien ha seguido en este blog mi pequeña trayectoria en esto del correr, sabrá que al principio ensalcé las virtudes de mi flamante Garmin, uno de los primeros relojes con GPS, para, al poco tiempo, renegar de su uso aduciendo que era más el estrés que me provocaba estar pendiente del aparatito, que lo que realmente me aportaba. También hice al poco una encendida soflama sobre la superioridad del trote frente a la caminata.
Pues bien, respecto a lo primero, después de diez años sin ningún tipo de gadget, he vuelto a caer. En mi defensa diré que no ha sido por iniciativa propia, sino porque me regalaron para mi cumple uno de estos nuevos relojes deportivos que abultan lo que uno normal y te dan hasta la hora. La cosa es que desde que lo tengo me he habituado a llevarlo puesto todos los días en vez de el reloj clásico, creo que porque me reconforta ver que prácticamente siempre supero holgadamente el 100% de actividad física diaria recomendada. Uno es así de simple.
Y en cuanto a lo de correr o caminar, que es lo relevante, tengo que decir ahora que gracias al relojito este he descubierto que los beneficios que obtengo de la actividad física no dependen tanto de la intensidad del ejercicio como de la distancia recorrida. Es más, por lo que me dice mi reloj tras registrar dos sesiones de entrenamiento con distancias similares, caminar a buen ritmo 10 km quema mucha más grasa que si hago esa misma distancia corriendo:
Que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
Hoy leí el artículo de Vilas y pensé que hacía tiempo que no te leía y....ole tú y tu mente escritora (no sé qué "cacharro" tienes dentro de ella). Enhorabuena Ramón
ResponderEliminarMuchas gracias, Maite, por tus siempre amables y alentadoras palabras.
Eliminar