miércoles, 6 de abril de 2011

Del Delta a Juslibol pasando por Sicilia. Crónica de la carrera del Ebro 2011.

Esta semana pasada finalizaba mi plan de entrenamiento para la carrera del Ebro. Como casi siempre, hubo una serie de circunstancias que me impidieron seguir los planes previstos. Pero, ¿que otra cosa es la vida, si no eso que va sucediendo mientras hacemos nuestros propios planes? No recuerdo quien es el autor de esta frase pero la asumo sin titubeos desde que la oí por primera vez. 

 
Esto puede parecer una perogrullada, pero por clarificar conceptos, aquí pongo una gráfica de una semana que podríamos calificar como "normal", en la vida de una persona corriente como yo, en la que se puede apreciar la diferencia entre lo previsto (azul) y lo sucedido (rojo). Lo interesante del asunto es que, a pesar de los momentos malos como el "E", el "F" o el "G"  hay otros como en "C" y "D" en los que aún estando por debajo de las expectativas, uno puede llegar a sentirse mejor que si todo hubiera salido como preveíamos, debido al efecto positivo de haber superado una situación peor. Etcétera.

A lo que iba. El miércoles tuve que desplazarme al Delta del Ebro y tuvimos que hacer noche en San Carlos de la Rápita. No me llevé las zapatillas porque la agenda era un poco apretada. El viaje no estuvo mal. Un poco pesado por los kilómetros, pero interesante.
 
 
Uno de los trabajos que realizamos se situaba justo antes de la desembocadura, frente a la Isla de Buda. En la foto, junto a mis compañeros y amigos Jesús y Millán.
 
 
Y llegó el día de la carrera.

Por suerte, las previsiones meteorológicas (respecto del tiempo que va a hacer en realidad) siguen un esquema similar al plasmado más arriba. Amaneció una mañana estupenda que se consolidó a lo largo del día. A las 7, siguiendo la recomendación de hacerlo 3 horas antes de la salida, me desayuné (¿que os pensábais) con un tazón de leche con colacao y una generosa cantidad de galletas y tostadas. También me bebí un vaso de zumo.
 
Cuando volví al salón, dispuesto a tumbarme en el sofá y poner la tele para hacer hora, me encontré a mi hijo mayor que, por sorpresa,  ya había tomado posiciones y empuñaba en una mano el mando del video y en la otra el de la tele. Estaba viendo "El padrino". Por no discutir a esas horas de la mañana decidí unirme a la fiesta. Es sin duda una gran película. Aunque creo que nunca he visto entera ninguna de sus partes. Aun así,  cada vez que veo un fragmento me zambullo de lleno en esa trama como si fuera uno de los personajes. Da igual que no sepa que pasa exactamente ni de quien están hablando o a quien acaban de matar. El ambiente es tan seductor. ¡Ah! ¡Y esa música... !
Una de las escenas que disfruté en esos momentos previos a la carrera fue la de cuando está Pacino bautizando a su hijo con todo el boato y mientras el cura le va diciendo... -¿Renuncias al Mal?  - Si. Renuncio, - ¿Renuncias a Satanás? - Si. Renuncio, etc., mientras tanto, decía,  sus esbirros van asesinando, eso si, con suma eficiencia y profesionalidad, a una serie de señores con los que el renunciante debía tener, supongo, alguna seria discrepancia. Sublime.

A eso de las 9 salí de casa y me fui andando/trotando hasta las pistas de atletismo para recoger el dorsal (vivo a menos de 1 km). Había unas colas considerables y poco estructuradas. Cuando llevaba un cuarto de hora, mientras saludaba a Eva y Antonio, de 7:45, me dijeron que si había mirado las listas para ver qué mesa me correspondía. Ni idea. Me fui a ver las listas y cuando volví me coloqué otra vez al final de la cola. Soy muy mirado para estas cosas. El personal se iba apelotonando cada vez más y la cola no avanzaba demasiado. Faltaban 20 minutos para la salida cuando conseguí mi dorsal. No quedaban imperdibles, así que me fui a casa  y con la camiseta encima de la mesa procedí a su colocación con tranquilidad. A las 9:55 ya estaba en la parte trasera de la zona de salida.  Todavía quedaba bastante gente en las colas. Al lado mío había uno que se quejaba por lo de la falta de imperdibles y que iba a correr con el dorsal enrollado a modo de testigo de relevos.  En ese momento pensé que si en la organización de un evento como este (en esta ocasión era el ejercito, nada menos, el que se hacía cargo del asunto)  en el que se conoce con antelación el nº de participantes, etc., se presentan múltiples incidencias, ¿qué puede pasar en una situación de catástrofe? No le di muchas vueltas al tema.

10:20 h. Por fin se da la salida. Ignacio acaba de llegar y se para a colocarse el chip  mientras todo el mundo empieza a correr. Me quedo a esperarle y al final nos ponemos en marcha por la parte trasera del pelotón. Lo de la salida neutralizada no tiene ningún efecto práctico. La gente corre normalmente desde el principio intentando no tropezarse con los de al lado hasta que empieza a estirarse un poco la cosa en las primeras cuestas.
 
Como no tenía mucha idea de como iba a encontrarme, para variar se podría decir que todo fue según lo previsto. Las cuestas se notaban pero íbamos adelantando a bastante gente. Hacia mitad de la subida dejé a Ignacio y me fui para delante . En la zona de bañeras no tuve problemas. Donde mejor me lo pasé fue en las bajadas. Iba lanzado subiéndome por los rastrojos para pasar al personal sin frenar. Una pasada. Así hasta la cuesta final. Allí, algunos subían andando los metros finales. Yo aguanté bien. Hasta pensé en hacer un sprint hacia la cima. Pero me lo pensé mejor. A ver si me iba a dar un jamacuco por hacer el tonto. El descenso final, disfrutando a tope. Luego, los últimos km en llano se me hicieron algo largos, la verdad. En esa parte me adelantaron algunos de los que yo había adelantado antes.  Al final, ya en el tartán, me puse en paralelo con un chico con el que estuvimos hablando un poco y cruzamos juntos la línea de meta quedando  así tácitamente hermanados para siempre.

Otra vez largas colas para dejar el chip y recoger la bolsa de regalos.  Me salí de la fila, me comí la naranja y me bebí el gatorade tirado por la hierba. Ya repuesto, aprovechando que Ignacio continuaba en la cola me acerqué a cambiar impresiones y me colé como quien no quiere la cosa. Después de una carrera uno se permite ciertas licencias.

Con Ignacio, felices y contentos tras la carrera.


Contenido de la bolsa. El desayuno de combate causó gran impresión a mis chicos. El bastón tiene buena pinta. Si le gusta se lo regalaré a mi padre.


El colofón perfecto: Mi mujer nos obsequió con una de sus suculentas paellas. Mas tarde, ya  en el sofá, me dejé llevar por un dulce sopor arrullado por el cada vez mas lejano ronroneo de las motos en el circuito de Jerez.  Nunca me acunó nana mas tierna. 

2 comentarios:

  1. Buena crónica y buena paella para reponer fuerzas... Lo de la carrera del Ebro me suena muy bien... Veo que empezaste a correr en Calafell, playa testigo de innumerables tiradas largas previas a muchso maratones... Saludos..!!

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  2. Gracias Carles,
    Si, la del Ebro es una carrera peculiar, entre otras cosas por que discurre en su mayor parte por un campo de maniobras que no se puede visitar normalmente y desde el que hay unas vistas estupendas del Ebro y de Zaragoza.
    Este verano espero volver por Calafell unos días.
    Saludos.

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