miércoles, 3 de junio de 2015

Coches

A veces leo u oigo cosas por ahí que se me quedan grabadas para siempre. Por ejemplo, cuando alguna vez reparo en mi viejo coche, me acuerdo de lo que alguien dijo una vez sobre el tema: 

"Cuando me compro un coche nuevo lo primero que hago al llegar a casa es darle un martillazo en la aleta delantera. Así me evito ese estúpido sufrimiento que suele perseguir a todo el que estrena coche durante bastante tiempo."

Para ser sinceros nunca he hecho tal cosa con ninguno de los pocos coches que he comprado en mi vida. Me habría dado pena. Pero eso no quiere decir que no esté completamente de acuerdo con el espíritu del autor de la frase. De igual manera que estoy convencido de que mis hijos leerían más si hubiera tirado la tele al contenedor cuando nacieron. Pero bueno, siguiendo con lo de los coches, el mío tiene ya 16 años y, claro está, a esa edad, sin necesidad de arrearle ningún martillazo, los bordillos, las columnas de garaje, los parachoques, puertas, bolas de enganche, y sobre todo mi despreocupación y quizá aun más la de mi mujer,  han ido haciendo su trabajo sin prisas pero de forma inexorable. Como se hacen las cosas bien hechas. Y se le nota. Y no me importa en absoluto. Y él lo sabe. Entre nosotros existe esa complicidad de los viejos amigos cuyas arrugas y viejas heridas no hacen sino recordar una historia común.

Mi coche. Está viejo y tiene muchos roces y pequeñas abolladuras. Pero no me ha dado casi ninguna preocupación durante muchos años. Y estoy seguro de que eso no me hubiera ocurrido si lo hubiera cambiado una o dos veces en ese tiempo. Por no hablar del pastón  que me he ahorrado.
El verano pasado tuvo la primera avería gorda desde que está con nosotros: 2700 euros la broma. Todo el mundo me decía que ni se me ocurriera arreglarlo, que el coche no valía tanto y que con el plan PIVE y tal, por poco más podría tener un coche nuevo. Chorradas. Por supuesto no les hice ni puñetero caso. No iba a dejar tirado a mi coche, a  mi viejo y fiel coche que en 15 años no me había dado ningún problema por un pequeño contratiempo. El pobre, al que nunca le he prestado más atención que la de echarle gasolina o cambiarle el aceite y las ruedas cuando hace falta, seguirá conmigo hasta el final. Estaríamos buenos.

Otra cosa que  viene a cuento sobre este asunto de los coches es lo que me dijo mi amigo Joaquín un día (me imagino que bien documentado previamente):

  "La mayoría de las avionetas de esas de hélice que vuelan por ahí, son mucho más viejas que sus dueños." 

Y digo yo, ¿Por qué no puede un coche circular por ahí con 25  años, si un avión, que es un aparato mucho más delicado a mi entender, puede hacerlo tranquilamente con esa edad y bastante más? Por suerte para la poderosa industria del automóvil la mayoría de la gente no debe de pensar como yo. Más le vale.

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