viernes, 26 de junio de 2015

Un tesoro al amanecer

Esta semana  he reiniciado los entrenamientos matutinos, como suelo hacer todos los años por estas fechas. Para evitar el calor. ¡Y qué bien me están sentando! Después de muchas semanas arrastrándome por ahí como un auténtico paquete, por fin he recuperado esas "buenas sensaciones" que dan sentido a esto del correr. 

Todos los veranos hablo de lo mismo, pero... "permítanme que insista":

Echarse a correr cuando apenas está amaneciendo es uno de los mayores placeres que uno puede darse en verano 

En serio. Eso de quitarle el celofán al día, solo contigo mismo, respirando hondo los aromas de la lavanda y del azahar recién regados, con el canto de los pájaros y el rumor de las aguas como única banda sonora... es algo que no tiene precio. Y con ese frescorcillo tan agradable, tan en su punto y tan efímero que en menos de una hora se habrá evaporado. ¡Ah! ¡El gusto que da! Y más aun sabiendo que es todo para ti. Bueno, para ti y para los pocos que han descubierto que, en verano,  las mejores butacas para el espectáculo se acaban antes de las 7. Luego tienes todo el día para disfrutarlo desde tu palco de honor. Vas por ahí como si te hubiera tocado la lotería. Feliz de la vida. Con esa sonrisilla de satisfacción  que te da el saber que has encontrado un tesoro secreto e inacabable, y  que estará esperándote al día siguiente, y al otro, en el mismo lugar. Al amanecer. Solo para tí.   
Probadlo. No os arrepentiréis.

El hecho de que mi sitio habitual para correr sea el Parque del Agua a orillas del río Ebro le añade sin duda un plus a la experiencia de correr al amanecer. Pero estoy seguro de que a esas horas cualquier lugar es bueno.



2 comentarios:

  1. Así es, carga de energía especial del corredor de fondos, siempre positiva.

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    1. Jeje. ¡Gracias Pedro!
      ¡Qué te voy a contar a ti del tema!

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