jueves, 25 de julio de 2013

Mariano Hernández

Juro que cuando empecé este blog mi intención era exclusivamente hablar de la alegría de correr, y de vivir, y de cosas así. Pero las circunstancias han hecho que los obituarios se hayan convertido en una sección ya habitual. Y es que la muerte va haciendo su trabajo de forma paciente e inexorable, y casi siempre por sorpresa y a deshora, la cabrona, sin importarle para nada nuestros insignificantes planes mundanos.

Coincidí con el bueno de Mariano (Marianito le llamábamos entonces porque de crío y de jovenzuelo era un poco relamido) en la residencia donde estudiábamos (es un decir) en nuestra época universitaria en  Zaragoza. Lo de “es un decir” lo digo por Mariano y por mi, entre otros, que no éramos mucho de hincar los codos. Yo luego me he arrepentido de no haber aprovechado mejor el tiempo. Y no hablo sólo de estudiar.

Mariano en ese otro aspecto si que fue algo más lanzado que yo. Lo de salir de noche le iba bastante. Y así fue pasando de Marianito a Mariano: Lo más de la modernidad ochentera. Yo, aunque salía por ahí los fines de semana, llevaba otro rollo mucho más tranquilo.  Mas de una vez  me lo encontraba a las 7 de la mañana preparándose una sartén de patatas fritas para él solo después de una noche de marcha. Le volvían loco las patatas fritas,  en cantidad. Según él, cuando estaba en su casa, en Barbastro, todas las noches su madre le freía  una fuente para cenar. Y el tío no se engordaba nunca. Los hay con suerte. 

Mariano a finales de los 80. A nadie le sentaba tan bien aquel look entre The Cure y Golpes Bajos


Uno de los momentos más curiosos de nuestra vida en la residencia era el de la misa de los domingos. Don Fernando, buen hombre y con más paciencia que el santo Job, era el cura encargado de nuestra formación espiritual y sobre todo, de que aquello no se desmadrara demasiado. La misa empezaba a las 12 y la asistencia era obligatoria. Éramos unos diez o doce y era  frecuente ver a gente en pijama y con cara de no haber pasado muy buena noche. En esto Mariano, como muchos otros, no solía fallar. Y había un momento, tras la homilía creo recordar, en el que lo divino se hacía carne y Mariano decía:  -Que le voy a dar la vuelta al pollo-  a lo que Don Fernando asentía con una leve inclinación de cabeza. Y se ausentaba unos minutos durante los cuales sospecho que aparte del pollo, se ocupaba de aligerar de patatas la bandeja del horno (Era un horno industrial). Y seguro que  también se fumaba un cigarro. ¡Ah! ¡Eso era vida! Y Mariano de eso, sabía.

En este vídeo se puede ver un resumen de un reportaje fotográfico que le hice a Mariano en 1987. El año que quise ser fotógrafo.

6 comentarios:

  1. Que recuerdos de la residencia! Esas timbas de poker con pausa para recenar antes de coger el autobus para ir a Barbastro. Recuerdo a Mariano echando faroles y ganando casi siempre, con esa sonrisa suya tan característica. Desde que volvió de Londres y antes de que yo me fuera de Zaragoza nos veíamos muy a menudo en donde yo trabajaba. No soliamos hablar del pasado porque bastante teníamos con el incierto presente. Gracias Ramón por el artículo.
    Jimmy

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    1. Gracias a ti Jimmy por tu aportación.
      ¡Un fuerte abrazo!

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  2. Como dices, es una lástima que tu idea inicial de lo que debía ser tu Blog, parezca en ocasiones una recopilación de recordatorios. A Mariano no lo recuerdo. No sé si coincidí con el en mis dos años de bachiller en aquel Barbastro de entonces.

    Un abrazo

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    1. Gracias Juan Antonio. A Mariano no lo conocerías porque era un año mas joven que nosotros.
      Un abrazo!

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    2. Era de mi edad... yo si que me senté con él en BUP, y fui muchas veces a jugar a su casa de crio... DEP, una pena.

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    3. Gracias Paco. Yo no recuerdo haber estado en su casa, soy un año mayor, pero mi mujer me cuenta que cuando operaron de las anginas a su hermano, Mariano le bajaba tebeos.

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