miércoles, 31 de julio de 2013

17 7:45 a las 6:30 y un traspiés

Después del domingo y del lunes, en los que tocaba descanso, ayer martes inicié mi cuarta semana de preparación para la maratón en compañía de mis colegas del grupo 7:45. Contando a mi joven esposa, que nos acompañó solo un rato por su horario de trabajo, alguien dijo que eramos 17. Todo un récord para un día entre semana. A las seis y media en punto apenas comenzaba a clarear cuando emprendimos la ruta  de los 8 puentes.

Llegando al Puente de Santiago. 

Pasando por la arboleda de Macanaz. La escasa luz, gente corriendo y un móvil no son la combinación ideal para sacar buenas fotos. Pero ahí queda el testimonio.

Dejando atrás el Puente de Piedra. El Ebro, a pesar de que  estos días lleva poco caudal, sigue siendo el Ebro.

Cruzando el puente Gimenez Abad, ya para encarar la vuelta por la orilla derecha del Ebro 


Pasarela sobre la desembocadura del río Huerva.

¡Ya faltan menos de 3km para acabar la ruta!
No se si con las fotos habrá quedado claro, pero lo que pretendía mostrar aquí es el tremendo gustazo que supone empezar el día corriendo, y más si vas acompañado. Y si el circuito es tan bonito como este, pues es que ya no se puede pedir mas. Lo de tener o no un objetivo, como el de la maratón por ejemplo, es lo de menos. Lo importante es vivir estos momentos.

Se me olvidaba lo del traspiés: Justo cuando ya llegábamos a la Pasarela del Voluntariado, en una zona que está entarimada parecida a la que se ve en la foto de la pasarela del Huerva, y en el preciso instante en que mi amigo Pedro me animaba diciendo "Venga Ramón, a ver si coges tablas", voy y me tuerzo un tobillo. Por suerte no fue demasiado grave. Por la tarde mi médico me puso una venda y me dijo que en cinco o seis días podría volver a correr. Menos mal. El próximo martes toca la ruta de los 8 puentes. Y no me la quisiera  perder.

jueves, 25 de julio de 2013

Mariano Hernández

Juro que cuando empecé este blog mi intención era exclusivamente hablar de la alegría de correr, y de vivir, y de cosas así. Pero las circunstancias han hecho que los obituarios se hayan convertido en una sección ya habitual. Y es que la muerte va haciendo su trabajo de forma paciente e inexorable, y casi siempre por sorpresa y a deshora, la cabrona, sin importarle para nada nuestros insignificantes planes mundanos.

Coincidí con el bueno de Mariano (Marianito le llamábamos entonces porque de crío y de jovenzuelo era un poco relamido) en la residencia donde estudiábamos (es un decir) en nuestra época universitaria en  Zaragoza. Lo de “es un decir” lo digo por Mariano y por mi, entre otros, que no éramos mucho de hincar los codos. Yo luego me he arrepentido de no haber aprovechado mejor el tiempo. Y no hablo sólo de estudiar.

Mariano en ese otro aspecto si que fue algo más lanzado que yo. Lo de salir de noche le iba bastante. Y así fue pasando de Marianito a Mariano: Lo más de la modernidad ochentera. Yo, aunque salía por ahí los fines de semana, llevaba otro rollo mucho más tranquilo.  Mas de una vez  me lo encontraba a las 7 de la mañana preparándose una sartén de patatas fritas para él solo después de una noche de marcha. Le volvían loco las patatas fritas,  en cantidad. Según él, cuando estaba en su casa, en Barbastro, todas las noches su madre le freía  una fuente para cenar. Y el tío no se engordaba nunca. Los hay con suerte. 

Mariano a finales de los 80. A nadie le sentaba tan bien aquel look entre The Cure y Golpes Bajos


Uno de los momentos más curiosos de nuestra vida en la residencia era el de la misa de los domingos. Don Fernando, buen hombre y con más paciencia que el santo Job, era el cura encargado de nuestra formación espiritual y sobre todo, de que aquello no se desmadrara demasiado. La misa empezaba a las 12 y la asistencia era obligatoria. Éramos unos diez o doce y era  frecuente ver a gente en pijama y con cara de no haber pasado muy buena noche. En esto Mariano, como muchos otros, no solía fallar. Y había un momento, tras la homilía creo recordar, en el que lo divino se hacía carne y Mariano decía:  -Que le voy a dar la vuelta al pollo-  a lo que Don Fernando asentía con una leve inclinación de cabeza. Y se ausentaba unos minutos durante los cuales sospecho que aparte del pollo, se ocupaba de aligerar de patatas la bandeja del horno (Era un horno industrial). Y seguro que  también se fumaba un cigarro. ¡Ah! ¡Eso era vida! Y Mariano de eso, sabía.

En este vídeo se puede ver un resumen de un reportaje fotográfico que le hice a Mariano en 1987. El año que quise ser fotógrafo.

martes, 16 de julio de 2013

Néstor

Néstor era un compañero de instituto que no recuerdo que destacara por nada especial, salvo por estar dotado de una inteligencia superior. En aquellos años, finales de los 70, no debían de tenerse muy en cuenta estas peculiaridades, aunque sospecho que ahora tampoco demasiado. Así que a base de aburrirse como una ostra acabó el instituto y se fue a Zaragoza donde sacó la carrera de física sin despeinarse. Después algún cazatalentos lo fichó para Ibercaja o la Cai, ahora no recuerdo, para el incipiente departamento de informática.

Néstor en su época de estudiante de bachillerato en el Seminario de Barbastro
No se exactamente lo que pasó pero a los pocos años dejó el trabajo aquejado de alguna dolencia, imagino que del alma. Melancolía, quizá. No lo se. Cuando me lo encontraba por Barbastro nos saludábamos e incluso conversábamos sobre cualquier asunto trivial, pero nunca le pregunté sobre temas personales. 

Un tiempo después de su temprana muerte en 2007 su familia accedió a su ordenador personal y encontró una obra escrita que hablaba de la rica vida interior de su autor. Algunos de esos textos fueron recopilados y editados en un pequeño libro titulado "Un paseo con mi princesa". Mi amigo Pepe me prestó un ejemplar que me leí de una sentada, aquí dejo un pequeño relato extraído del libro.

Gracias Nestor.



miércoles, 10 de julio de 2013

Los maratones son para el verano

No es que se celebren  muchos maratones en julio y agosto, al menos por estas latitudes, pero a partir de septiembre si que hay unos cuantos. Como por ejemplo el de Zaragoza, que se disputa el día  29 de  ese mes. El asunto es que he decidido correr mi primera maratón. O por lo menos ese es mi objetivo. Y en cuanto al lugar mas apropiado no he tenido ninguna duda: Como en casa en ningún sitio. Soy bastante perezoso para los viajes, la verdad. De las 18 carreras que he corrido hasta la fecha todas  han sido en Zaragoza, mi residencia actual, o en Barbastro, mi pueblo.

Pero la cosa  es que si uno pretende correr 42 km de una tirada tiene que prepararse en serio. Y mas si es la primera vez. Así que no queda otra que pegarse todo el verano entrenando. De ahí el título.

Cruzando la meta en mi primera media del Somontano en 2010 flanqueado por mis hijos. Desgraciadamente este año no podré correr mi cuarta edición consecutiva ya que está prevista justo para la víspera del maratón de Zaragoza.
Hay cientos de planes para preparar una carrera como esta. Entre todos ellos he elegido el más cómodo que he encontrado: en las 12 semanas que me quedan tengo que correr unos 450 km, algo menos de 40 km a la semana. Ya veremos si al final consigo mi propósito. Al menos lo intentaré.  Eso si, mi idea es correr todos esos km, o su inmensa mayoría, antes de las 8 de la mañana. Tampoco es cuestión de acalorarse.