miércoles, 27 de marzo de 2013

Gregorio Serna. El hombre tranquilo.

Así era mi cuñado. Como John Wayne en aquella película. Con ese carácter afable y paciente que distingue a esa clase especial de hombres grandes, fortachones, que uno quisiera tener siempre al lado en caso de apuro. 

Y como en casi todas las películas, junto al "bueno" siempre hay algún personajillo puñetero que se dedica a poner a prueba la paciencia del protagonista. Como por ejemplo yo.  La de veces que habré chinchado a mi buen cuñado Goyo con cualquier excusa. Un tema recurrente era su incipiente calvicie: Siempre que le sacaba el asunto me respondía impertérrito que el no era calvo, que era donante de pelo. Era así de socarrón. Otro tema habitual era el fútbol, que aunque personalmente me la refanfinfla,  me brindaba la ocasión de restregarle los triunfos del Barcelona, sabiendo que el era madridista. Y ni por esas. Goyo nunca perdía la calma. Jamás me respondió desairadamente. Ni siquiera me miró mal. Aunque en alguna ocasión me hubiera merecido algo más que eso. Pero nada. Goyo era un caballero, y como tal, no se metía con los de categorías inferiores.

Cada vez que iba a su casa se me echaba encima una perra pequeña que tienen. Así que solía entrar refunfuñando y maldiciendo al pobre animal. A lo que Goyo, solía corresponder ofreciéndome un café bombón,   uno de mis vicios confesables.

En fin. Que si Goyo era así de sufrido y considerado con un tipo como yo, imaginaos como sería con la gente normal.

El último día que pude conversar con él fue en la UCI del hospital de Barbastro. Entre otras cosas estuvimos hablando de un partido de padel que teníamos pendiente hacía tiempo y que tendríamos que dejar para cuando se hubiera recuperado. 

Dos días más tarde una ambulancia, como las que él venía conduciendo desde hace años siendo voluntario en la Cruz Roja, lo trasladó a Zaragoza de urgencia. Y allí resistió una semana. Luchando contra un enemigo despiadado y cobarde. Un estafilococo nosecuantos. Un jodido e insignificante microbio contra el que no se pudo hacer nada.

Este era Goyo cuando lo conocí por vez primera en el colegio. Era un año más joven que yo, así que no traté con él demasiado.  Quien me iba a decir que  años más tarde  íbamos a ser familia y que su pérdida iba a ser uno de los momentos más duros que me han tocado vivir.

Esta Semana Santa en Barbastro, si os fijáis un poco, podréis oír un tambor cuyo redoble brilla por encima de los demás. Y un bombo cuyo pulso atronador haría callar a Calanda entera. Y sabréis que es Goyo, que sigue más vivo que nunca  en el corazón de sus dos hijos. Y en el de tantos otros que tuvimos la suerte de ser sus familiares y amigos.


12 comentarios:

  1. Mi mas sincero pesame a toda la família.

    ResponderEliminar
  2. LO siento mucho Ramón. Haz extensivo el pésame a Mª José. Si puedo hacer algo o necesitais algo de mí, no dudes en decírmrlo. Teresa.

    ResponderEliminar
  3. Lo siento de verdad Ramón. Fui a clase con él en los Escolapios. Si que es verdad que era "tranquilón", pero jugando a fútbol era el mejor junto con Merino y cuando se disponía a pegar un "chupinazo" más valía echar el cuerpo a tierra. Un abrazo. Javi

    ResponderEliminar
  4. Respuestas
    1. Un abrazo muy fuerte Ramón, seguro que os ha quedado mucho de todo lo bueno que tenía Goyo en todos vosotros y os ayuda a salir para delante. Pedro.

      Eliminar
  5. Mi mas sincero pesame. Un beso muy fuerte para Maria Jose y para la mujer e hijos de Goyo. Chema

    ResponderEliminar